Alexei Bogachev (secretario de ideología del Comité regional del PCFR en San Petersburgo). | Kprf.ru | Traducido del ruso por Íñigo Aguirre.
En el encuentro celebrado recientemente en el museo de historia contemporánea con jóvenes investigadores y profesores de historia, Vladímir Putin hizo una serie de significativas declaraciones y amonestaciones anticomunistas.
Las hizo además en el marco de unas manifestaciones sobre la “unidad nacional”. En concreto, dijo lo siguiente: “Ellos (los bolcheviques) eran partidarios de poner fin a la guerra, aunque lo cierto es que engañaron a la sociedad. Ya saben: la tierra a los campesinos, las fábricas a los obreros, paz para el pueblo. No trajeron la paz, comenzó la guerra civil, requisaron las fábricas y la tierra, las nacionalizaron. Fue pues un engaño completo, absoluto”.
¿Qué puede querer decir una declaración como esta por parte del Garante de la constitución? En mi opinión puede querer decir que el gobierno se encuentra hoy día en un estado de completa confusión y no sabe qué hacer, puesto que la única posibilidad de evitar la desintegración del Estado ruso y de conseguir realmente que Rusia se ponga de pie, es adoptar como guía para la acción el programa del PCFR y el programa anticrisis basado en él. Es decir, en esencia se trata de recurrir a la teoría y práctica bolcheviques, contra las que se manifiestan y seguirán haciéndolo los cosmopolitas que controlan el aparato estatal y sus finanzas, que utilizan los recursos políticos y represivos.
La desorientación del gobierno es evidente visto lo absurdo de las declaraciones que hemos traído a colación, hechas por Putin sobre los bolcheviques. Especialmente en las actuales circunstancias y vista la realidad liberal actual y la guerra junto a las fronteras de Rusia. Prueben ustedes ahora a recibir gratuitamente aunque sean los 600 m2 de terreno. O pregunten dónde van los beneficios de 16 billones de rublos por los recursos petrogasíferos que pertenecen al pueblo, de los que solo 7 billones regresan al país.
Y sobre la falacia de que fueron los bolcheviques quienes desataron la guerra civil, ningún especialista que se precie la defendería, es algo tan evidente… En realidad, la nacionalización supone el traspaso de la propiedad a manos del pueblo, de la nación. Fue lo que hicieron los bolcheviques, requisando las fábricas (la industria) y la tierra a los explotadores, es decir, nacionalizándolas.
Es cierto, el proceso de nacionalizaciones fue duro y pasó por diversas etapas, especialmente en lo que se refiere a la colectivización. Por cierto que incluso tras la colectivización a los campesinos les quedaban sus 2000, 3000 o 5000 m2 para su uso particular, gratuitamente. ¿Acaso existe hoy la posibilidad ya no de recibirlas gratuitamente, sino de adquirirlas por 3-10 millones de rublos? La respuesta es evidente. Sin embargo hasta los norteamericanos en su momento reconocieron la necesidad, la importancia y lo eficaz de la colectivización.
En el reportaje “La verdad de la colectivización, vista por la inteligencia norteamericana”, publicado en el periódico burgués “Komsomólskaya Pravda” se dice: “La Rusia prerrevolucionaria (contrariamente a lo que aseguran los investigadores arribistas de hoy día) no podía abastecer de pan a todo el mundo. Incluso en los años buenos, cuando exportaban 10 millones de toneladas de grano, el pan ruso habría servido como mucho para alimentar a 35 millones, aproximadamente a un 2% de la población del planeta. La exportación de trigo se mantuvo en 1911, cuando el 20% de los rusos sufrían hambrunas. También se mantuvieron las exportaciones en los años 1891 y 1892, cuando el hambre afectaba a casi 40 millones y se llevó a la tumba (según la estadística oficial de aquel entonces) a medio millón de personas. Las hambrunas con consecuencias letales perseguían periódicamente a la URSS hasta mediados de los años 30, hasta que Stalin aplicó los programas de colectivización completa”.
Y sin la colectivización no era posible la industrialización, en el transcurso de la cual, el gobierno soviético levantó la industria nacional, y gracias a la industrialización la URSS pudo prepararse para la Gran Guerra Patria. Mientras que los actuales oligarcas y su régimen, lo único que han hecho ha sido engordar y exprimir la herencia soviética durante veinte años.
Resulta entonces que cierto “speechwriter” escribió para el presidente de la Federación Rusa un texto completamente absurdo, burlesco, y Putin, al reproducirlo, quisiera o no, ha creado en torno así un vacío, volviendo contra el Kremlin a millones de gente sencilla. Esas mismas personas a las que les han robado la tierra, las fábricas, el petróleo, el gas, los acuíferos, la electricidad, y a los que pronto arrebatarán hasta sus viviendas.
Hoy como es sabido, las riquezas nacionales de Rusia están en manos de un puñado de chupasangres, para quienes la sola palabra “nacionalización” suena como la peor de las pesadillas. Por ahora es Rusia la que vive en esa pesadilla… Repetimos lo dicho anteriormente: salir de esta absurda y terrible pesadilla es posible, únicamente apoyándose en el proyecto del PCFR como alternativa al curso liberal, como núcleo de las fuerzas nacional-patrióticas, que como se desprende del informe del CC del PCFR en el XV Congreso, “representa un proyecto de articulación de la lucha social de clase con la lucha de liberación nacional, de los ideales socialistas y la idea rusa”. Seguramente, esto es algo que Putin entiende, puesto que en ese discurso ante los historiadores dijo, reconociendo la grandeza de Stalin: “Se podrá claro está, discutir ahora o hacer las valoraciones políticas. Simplemente es difícil decir, si hubiéramos podido ganar la guerra de no haber un gobierno tan rígido, de haber tenido uno como durante Nicolás II. Es difícil saberlo. ¿Pero cuáles hubieran sido las consecuencias de haber perdido? Las consecuencias hubieran sido catastróficas. Se trataba del exterminio físico de los pueblos eslavos, y no solo del ruso, de otros muchos pueblos: judíos, gitanos, polacos. No sabemos lo que hubiera prevalecido de añadir peso a esa balanza. Hay que estudiar y dar valoraciones, pero deben ser lo más objetivas posibles”. Pero mientras el “garante” dice eso, la directora del Banco Central, designada por él, la liberal Nabiulina, está terminando de arruinar la economía rusa y los “rusiaunidos” en la Duma preparan el asesinato de las pequeñas empresas mediante una gran subida de impuestos, y Livánov destruye nuestra ciencia y el sistema educativo. Contra Rusia se ha lanzado una guerra, y solo la nacionalización nos puede conducir a la Victoria en ellas. Pero para ello es necesario que la idea de las nacionalizaciones arraigue en las masas, algo a lo que se oponen los auténticos enemigos del pueblo. Stalin habría resuelto hace tiempo la cuestión con ese tipo de parásitos dañinos. Pero Putin no es Stalin, además Stalin solo en los años 37-38 consiguió sobreponerse ante esa oposición trotskista, que se fue entonces a la clandestinidad para resurgir después con Jruschov y durante la perestroika.
Podría decirse incluso que son los herederos de Trotski los que marcan el paso hoy en Rusia y los que calumnian a los auténticos bolcheviques: Fueron precisamente los trotskistas los que pretendieron engañar al pueblo ruso y a otros pueblos de Rusia, arrojando a nuestra Patria como sarmiento en la hoguera de la “revolución mundial”. Fueron precisamente Lenin y Stalin, los que nos preservaron de semejante catástrofe, nacionalizando la propiedad y el poder. Es algo que los actuales liberales pretenden obligarnos a que olvidemos, intentando establecer el signo de igualdad entre los estafadores cosmopolitas trotskistoides y el auténtico partido bolchevique, auténticamente ruso, tanto en la forma como en el contenido, que dieron al país un auténtico gobierno popular, soviético.
La lucha por las mentes, es la principal lucha del momento actual, y estamos obligados a ganarla. Solo nuestro proyecto, el proyecto de renacimiento ruso, soviético, es capaz de salvar a Rusia en ese vacío, que se está formando hoy en torno al Kremlin y personalmente alrededor de Vladímir Putin.