Yuri Bóldyrev | Svobódnaya Pressa | Traducido del ruso por Íñigo Aguirre
Yuri Bóldyrev sobre el utilitarismo estrecho de miras y el odio ideológico, como motivos de la destrucción del Estado unificado de Rusia y Bielorrusia.
En el pasado artículo (Privatización como provocación de la intervención) prometí en mi siguiente publicación detenerme con detalle en nuestras relaciones con Bielorrusia y su presidente. Lo prometido es deuda. Pero quiero antes de nada aclarar que no estoy afirmando que el gobierno bielorruso no esté cometiendo en absoluto ninguna equivocación, claro que la puede cometer: Pero la estrategia a largo plazo y la motivación general de nuestro proceder debe estar muy por encima de los errores concretos. Es precisamente de eso de lo que hablaremos.
¿Aliado o vasallo?
Por supuesto no es agradable que nuestro aliado Bielorrusia no nos respalde en relación a Abjasia, Osetia del Sur, Crimea o el Donbás: Pero prueben a ponerse en su lugar, ¿Realmente nos puede respaldar? ¿A qué coste?
Si no me equivoco, el aliado se diferencia de un vasallo o de un subordinado, en que con el aliado es necesario coordinar tus acciones, pero no exigir que esté de acuerdo con ellas después de que se han llevado a cabo de modo unilateral.
De acuerdo que no es fácil conciliar intereses y que para ello es necesario acceder a ciertos compromisos y concesiones en aquellas cuestiones que son importantes para tu aliado, ¿acaso puede ser de otro modo? Cualquier otra cosa sería jugar con ventaja a un juego al que nadie querría jugar, y con razón.
Y lo que desde luego está fuera de lugar es reprochar a tu aliado el no querer ser tu vasallo o subordinado.
¿Usurero ortodoxo?
Me podrán objetar: ¿Pero si hemos concedido créditos a Bielorrusia por valor de cinco mil millones de dólares?
Bueno, pero yo también podría preguntar: ¿y qué suma, en forma de préstamos condonados, nuestro actual gobierno ha perdonado al resto de países que están mucho más cerca de ser enemigos que aliados? ¿Acaso no es una cifra infinitamente superior?
¿Y el depósito de incalculables “reservas” (una cifra inmensamente superior que los préstamos a Bielorrusia) en bonos del tesoro y divisa de los EE.UU y la UE? ¿No es eso una financiación directa de esas economías?
Pero volviendo a Bielorrusia: si nosotros, amparándonos en la concesión de créditos, vamos a dictar a otro Estado (que además es aliado) cuál es la línea en política exterior que debe mantener, ¿en qué nos convierte, nos hace mejores que el FMI y parecidos organismos canibalescos?
¿Competencia equilibrada o discriminación?
El Estado unificado de Rusia y Bielorrusia y el espacio económico unido y competitivo, deberían lógicamente presuponer unas mismas condiciones de gestión económica, incluyendo un acceso en igualdad de condiciones, con unos mismos precios para los combustibles fósiles. En caso contrario, ¿de qué competencia en condiciones de igualdad podría hablarse?
¿Por qué entonces nuestro gobierno y sus altavoces de propaganda repiten hasta la saciedad que la economía de Bielorrusia está subsidiada por Rusia? Otra cosa sería si a los bielorrusos que trabajan en nuestro mercado común se les vendiese el gas y el petróleo más barato que a los rusos. Pero si las condiciones de gestión económica son las mismas y además la mayor parte de su producción Bielorrusia aspira a venderla en nuestro mercado, aquí en Rusia, ¿de qué subsidios se puede hablar? Simplemente es la creación de unas mismas condiciones.
Y sin embargo, los combustibles se han estado suministrando a Bielorrusia a un precio superior que el del mercado interno ruso, algo que los bielorrusos han acabado asumiendo. Lo que significa, vuelvo a subrayar, que ya no se trata de un espacio económico unido, sino de una cierta discriminación de tu aliado, que el otro debe aceptar.
Cuando los precios del petróleo eran altos, el precio del gas se calculaba según una fórmula que lo ligaba al precio del petróleo y eso es algo que convenía al gobierno ruso. Pero cuando el precio del petróleo cayó, debió haber caído de modo proporcional el precio del gas, y no en teoría, sino ciñéndose a los acuerdos vigentes. Pero fue precisamente eso, como explicó en su rueda de prensa el presidente de Bielorrusia Lukashenko, lo que no resultó aceptable para el gobierno ruso. Pero Bielorrusia (según afirmó Lukashenko) siguió pagando de acuerdo a los contratos y no a los precios arbitrarios marcados por el gobierno ruso. Es precisamente esa diferencia acumulada entre el precio de los acuerdos y la exigida de modo arbitrario, la que se quiere presentar ahora como “deuda” de Bielorrusia ante Rusia.
Es difícilmente creíble, pero vamos a suponer que Lukashenko no tenga razón, que hay algo que no haya tenido en cuenta o en lo que se haya confundido (aunque ya digo que me cuesta creer en algo así). En ese caso ¿dónde está la refutación o cuando menos la explicación oficial por parte rusa? No su opinión sobre los precios “bonificados”, sino las normas del acuerdo que explicite qué parte lo está cumpliendo y qué parte lo está violando. Después de todo Lukashenko expreso su parecer públicamente, en una rueda de prensa oficial, ante la presencia, entre otros, de periodistas rusos. ¿Y cómo respondemos nosotros? Lanzando una subrepticia y sucia campaña por los medios de comunicación palmeros del gobierno, llegando a culpar a Lukashenko de ser una “mujer histérica abandonada” etc. Siguiendo con lindezas a nivel oficial del tipo: al que no le guste ya sabe dónde está la puerta.
A mí tampoco me gusta esa conducta grosera y soez, que además esconde un interés mercantil por parte de nuestro gobierno hacia nuestro único aliado. Una codicia que no beneficia a los intereses de Rusia (de los jubilados y trabajadores públicos) como quieren hacernos creer, sino que responde estrictamente al interés de unas compañías privadas, de las que ni siquiera sus dividendos van a parar a los presupuestos federales, sino a una pieza intermedia artificial y parasitaria como es Rosneftegaz. Y solo después y dependiendo de su magnanimidad, algo irá a parar a las arcas públicas.
Yo entiendo a Bielorrusia y estoy completamente de su parte. ¿A quién le puede interesar una unión, en la que una de las partes conculca el acuerdo y aún se atreve a decir que al que no le guste que se vaya?
Con un gobierno como este, pronto no le quedará a Rusia ningún aliado.
Esta sucia campaña en nuestros medios contra nuestro principal y único aliado no es nada nueva. Recordemos las series en nuestras principales cadenas de televisión del tipo “El padrino” (con Lukashenko como protagonista. N de la T).
¿Qué tal si nos miramos a nosotros mismos, antes de acusar a Lukashenko de ser un “socio no confiable”? ¿Acaso nosotros, la Rusia actual, somos un socio confiable para Bielorrusia?
¿Qué hubiera pasado si Lukashenko nos hubiera respaldado reconociendo oficialmente a Crimea como territorio ruso? ¿Qué pasaría acto seguido? Correcto: sanciones inmediatas por parte de todos los socios comerciales de Bielorrusia; Un duro golpe contra las perspectivas de desarrollo y el nivel de vida de Bielorrusia. Si Lukashenko pudiera al menos estar seguro al cien por cien de Rusia o más exactamente del gobierno ruso, es posible que se hubiera arriesgado. Pero la experiencia tristemente le dice que en caso de ser más dependiente de Rusia, inmediatamente comenzarán a retorcerle el brazo, para que venda a precio de saldo los activos clave a nuestro oligarcado. Mientras que nuestros propagandistas afines al gobierno saldrían raudos a contarnos la “quiebra total del modelo bielorruso”.
¿De verdad es eso lo que queremos aconsejar a Lukashenko?
Me podrán decir que en general Rusia después de todo sí que mantiene la palabra dada. Me gustaría creer que eso es así. Pero los hechos son tozudos. Pido de antemano perdón al lector por una cita excesivamente extensa, pero vale la pena. Cito una declaración oficial de nuestro actual presidente, por entonces presidente del gobierno de Rusia. Esto es lo que decía Putin como primer ministro el 9 de junio de 2009:
“Quisiera, como me han encomendado mis colegas, hacer pública la declaración de los jefes de gobierno de la República de Bielorrusia de la República de Kazajistán de la Federación de Rusia:
“Los jefes de Gobierno de nuestros países, dando cumplimiento a la decisión de los jefes de Estado acerca de la prioridad de la formación de la Unión aduanera, confirmando nuestra decisión de adherirnos a la Organización Mundial de Comercio, señalando, que en los últimos años el proceso de adhesión a la OMC se ha convertido en un factor de contención de los procesos de integración, subrayando el alto potencial de las economías de nuestros países y las ventajas de su profunda integración, acuerdan:
Aprobar el proyecto de una tarifa aduanera común y someterla a aprobación del Consejo interestatal de la Comunidad Económica Eurasiática a nivel de jefes de Estado, planteando la entrada en vigor de la tarifa aduanera común a partir del 1 de enero de 2010.
Aprobar la propuesta por etapas y plazos de un territorio aduanero común, partiendo del comienzo de funcionamiento de la Unión aduanera, contando desde el 1 de enero de 2010 y concluyendo todos los procedimientos necesarios para el 1 de julio de 2011.
Trasladar a la Organización Mundial de Comercio la intención de comenzar el proceso negociador para la adhesión a la OMC de la Unión aduanera de la República de Bielorrusia, la República de Kazajistán y de la Federación de Rusia como un territorio aduanero común”.
Nuestra prioridad común continúa siendo el ingreso de nuestros países a la Organización Mundial de Comercio; eso es algo que confirmamos. Pero ya como espacio aduanero común, como Unión aduanera, y no de cada país por separado.
De nombre del gobierno de la Federación de Rusia quiero señalar, que vamos a incrementar nuestros esfuerzos dirigidos a establecer una relaciones especiales con la Unión Europea, en respuesta a la propuesta de nuestros colegas europeos sobre la formación de una zona de libre comercio. Pero por descontado, todo eso se hará exclusivamente en el marco de aquellos acuerdos que se alcanzaron en relación con la creación de la Unión aduanera. Y eso es para nosotros la primera de las prioridades”.
La cita está sacada de la nota del servicio de prensa de la Comunidad Económica Eurasiática.
¿Y qué ocurre después? Que pasan apenas tres años y Rusia firma su adhesión a la OMC de modo unilateral, ignorando por completo las obligaciones adquiridas ante los aliados.
Ahh, ya entiendo: eso sería seguramente que el entonces malvado presidente “neoliberal” Medvédev (cuesta creer que este hombre acabase de presidente) le torció el brazo al primer ministro Putin, quien estaba dispuesto a ingresar en la OMC únicamente con nuestros aliados, confundiendo así sus anteriores prioridades (absolutamente justas y más que justificadas, añadiría yo).
Pero pasó un año y medio más, y la primavera de 2012 el ya por entonces nuevo presidente V.V. Putin llevó a la Duma para su ratificación el acuerdo firmado en otoño de 2011 para el ingreso de Rusia en la OMC. Todo ello de modo unilateral (sin las anteriores prioridades, sin aliados, y sin contar para nada con su opinión).
¿Cómo confiar en un aliado como ese?