Beber agua, hacer ejercicio para huir de la vida sedentaria y seguir una dieta variada, saludable y que apueste por los productos frescos y de calidad. Tres premisas que todo médico de cabecera puede dar a diario en consulta.
Lo cierto es que parece que el mensaje de las consultas médicas está calando en una sociedad que ve cómo, cada vez, su bienestar peligraba de una forma más visible.
La afición por las actividades como el running, yoga o mindfulness, sin olvidar los clásicos gimnasios o la corriente foodie cada vez más de moda gracias a las redes sociales y que muestra cómo utilizar los productos más frescos para conseguir recetas que de verdad aportaran vitaminas, grasas saludables y energía, fuera del fast food, han hecho a los ciudadanos conscientes de la necesidad de sentar unas bases sólidas para el estilo de vida actual.
Sin embargo, el gran problema parece llegar de la parte que más interiorizada se tenía, el beber agua. La ingesta de este líquido a lo largo del día, para hidratar las células y ayudar al cuerpo a la eliminación de toxinas, se ha convertido en un verdadero riesgo sin ser conscientes del peligro real que supone.
Según se ha publicado recientemente, prácticamente el 93% de las botellas de plástico de 11 conocidas marcas contenían, tras su análisis, micropartículas de plástico. Un componente que nada bueno puede traer a la salud y al organismo. A esto, que ya viene desde el momento en el que se abre o desprecinta por primera vez esa botella de plástico, se une la costumbre de rellenar las botellas, otro gesto que se ha demostrado que no es saludable por la propia descomposición del plástico y la alteración en la composición de sus contenidos.
Dolencias como algunos cánceres, la producción mejor de esperma o incluso la diabetes podrían estar relacionadas con la ingesta, desde edad temprana, de componentes como este de forma inconsciente.
“No hace falta buscar la referencia en un estudio internacional. Ya mostramos hace unos meses junto con el doctor Nicolás Olea de la Universidad de Granada las consecuencias de los productos con disruptores endocrinos. El problema, en muchos casos, es la sobreexposición a la que la población está sometida sin apenas saberlo a este tipo de productos químicos que pueden alterar el equilibrio hormonal. Y mucho más cuando se trata de algo tan común como las botellas o jarras de agua, elementos de nuestro día a día que poca gente puede eliminar de sus rutinas” comentan desde la empresa gallega Alkanatur, certificada por el IBS, perteneciente a la Universidad de Granada, por sus jarras libres de Bisfenol A y del resto de disruptores endocrinos presentes en la mayoría de los envases y botellas, como ha quedado demostrado en los últimos estudios publicados. Esta compañía también trabajó con la Universidad de Vigo en un estudio preclinico sobre los beneficios sintomatológicos del agua ionizada alcalina en la Diabetes.