Un horizonte eléctrico: los vehículos eléctricos como transición hacia un futuro sostenible

In Sociedad
abril 23, 2021

Constatando un aumento de su compra del 55% en 2018, el auge de las bicicletas y patinetes con motor asistido no ha dejado de expandirse. Sin duda, un síntoma de la transición hacia la sostenibilidad que el ser humano debe acatar a rajatabla y, a su vez, una gran contribución a nuestra movilidad.

Dejando atrás la humareda de la contaminación

Los vehículos eléctricos, pese a que su aparición en escena siga siendo un tanto tras las bambalinas –quizás a causa del poco interés que sobre su revolución tiene la industria petrolera–, han declarado ya su férreo arraigo a nuestro día a día. No sólo presente entre los automóviles en sí, sino trayendo consigo una cobertura total de los vehículos de movilidad personal como las bicicletas eléctricas. Un producto en auge que, como bien atestiguan sus muy competitivos precios en páginas de gangas como CholloManía, es sólo en inicio de toda una era por venir. Pero como sucede con todo hito de nuestra historia, nunca exento de polémica.

Dejando de lado todo cuanto pueda contribuir en su contra la industria automovilística convencional, y que, por cierto, ya incluye híbridos en sus más modernas gamas cediendo al peso de la sostenibilidad, los vehículos eléctricos han confrontado a muchos ciudadanos, especialmente en las ciudades. Con una regulación sobre su velocidad que todavía está sujeta a cambios, algunos accidentes acontecidos entorno a su mal uso en la zona vial han hecho flaco favor a su crecimiento y popularidad. Sin duda, un pequeño bache en un largo camino hacia un futuro verde y responsable con el medioambiente que, antes de imponerse, precisa de cierto proceso de experimentación.

Un medio de transición hacia la sostenibilidad

En una sutil apuesta por reinventar el ciclomotor, las bicicletas eléctricas se han convertido en un medio de transporte utilísimo e increíblemente práctico del que muchos individuos sacan provecho para todo tipo de desplazamientos en el área urbana. Además, su naturaleza de consumo de energía eléctrica no requiere de ningún combustible contaminante, por lo que, simplemente, se trata de una bicicleta como las de toda la vida con el añadido de su motorización. Ideal para que el público de todas las edades disfrute de sus ventajas al aire libre, pudiendo incluso optar por su modo motorizado o tradicional, amoldándose a cualquier necesidad del individuo moderno.

Precisamente, esa dualidad que admiten tanto las bicicletas como los patinetes eléctricos de alternar entre su uso a motor o a pie y pedal es el factor clave por el que incluso ciclistas tradicionales han optado por dar el paso adelante. Aunque para algunos el hecho de tener que cargar la batería de una bicicleta pueda parecer un lastre, no es más que una escena más de repostaje que, eso sí, no implica polución. De hecho, en un mundo donde impera el frenesí y cuyo desgaste está exponiendo fauna y flora a una extinción ya casi ineludible, escoger este tipo de vehículos como precedente a una transición ecológica en cuantos más aspectos, mejor, de nuestras vidas puede ser una de nuestras mayores contribuciones a su preservación.

Tomando ejemplo práctico de ello, mientras que un coche convencional emite una media de 4kg de dióxido de carbono al día, lo que sumando la gran cantidad de vehículos circulando en cada momento amplía la cifra a proporciones insostenibles, una bicicleta eléctrica tan sólo emite unos 300kg a lo largo de toda su vida útil. En comparación con el automóvil promedio, una cantidad realmente baja; especialmente, teniendo en cuenta que su mayor tasa de contaminación se genera al desecharla, donde entraríamos ya en criterios de reciclaje y tratamiento de residuos. Y, si abordamos sólo el automóvil, los entre 60 y 76 gramos de CO2 generados por eléctrico cada km frente a los 143 gramos del convencional arrojan luz sobre cualquier atisbo de duda.

¿Dónde puedo circular y a qué velocidad?

Con unas cifras de bajas emisiones como las mencionadas y un futuro productivo centrado en dejar de cubrir el mundo de contaminación, poco argumento queda para los detractores del vehículo eléctrico. Sin embargo, el foco actual de su obsesión radica en un mero estado transitivo que sucede al incorporarlos en nuestra ruta diaria. Sobre todo, a causa de la ausencia de conocimiento ante la regulación de los vehículos de movilidad personal eléctricos y, más aún, la falta de prudencia en su conducción por parte de los usuarios. Una negligencia que a menudo se da en las aceras, aunque la normativa exija que deben ir por la calzada como el resto de vehículos.

En ese sentido, según el Reglamento de la Unión Europea nº168/2013, de 15 de enero, estipula que las bicicletas de pedales con pedaleo asistido deben estar dotadas de un motor de potencia máxima, inferior o igual a 250W, cuya potencia disminuya de forma progresiva y, asimismo que su velocidad no alcance más de 25km/h. En todo caso, una normativa sujeta a la seguridad de su conductor. Dado que, de alcanzar una mayor potencia y, consiguientemente, mayor velocidad, la ausencia de equipo de protección podría agravar cualquier posible incidente. Como se ha dicho, y hasta que se incorpore la legislación en el imaginario colectivo, tan sólo un recorrido de necesario aprendizaje que nos prepara para un futuro de cero emisiones.

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Escritor profesional, autor de novela, cuentos y relatos, algunos premiados. Columnista en diversos medios. Creador de contenidos, redactor y copywriter.