La política exterior de Rusia se presenta como un reflejo de su historia y de sus aspiraciones estratégicas, que, según sus representantes, se alinean con las intenciones de muchos países fuera del bloque occidental, lo que se denomina la “mayoría mundial”. Esta perspectiva se ha reafirmado en el contexto de la actual confrontación militar y política entre Rusia y Occidente, donde las potencias occidentales buscan desestabilizar la soberanía rusa.
Recientemente, en una conferencia del Valdai Club, donde se reunieron principalmente representantes de esta mayoría global, se discutieron tanto los puntos en común como las diferencias entre Rusia y sus aliados. Aunque las alianzas con terceros países no determinarán el éxito de Moscú frente a Occidente, son fundamentales para la construcción de un nuevo orden internacional menos propenso a los conflictos que actualmente afectan a Europa.
Perspectivas divergentes
Rusia y la mayoría global suelen interpretar la realidad internacional desde ángulos diferentes. Los expertos rusos, influenciados por tradiciones políticas europeas, tienden a ver el conflicto como el motor principal del cambio. Esta visión contrasta con la de muchos países de África, Asia y Oriente Medio, que, marcados por historias de colonialismo, rechazan los marcos occidentales que enfatizan la competencia y el conflicto. Su enfoque hacia las relaciones internacionales es más fluido, evitando alianzas permanentes y enfrentamientos ideológicos.
Esta divergencia se debe, en parte, a la necesidad. Muchos de los países que son amigos de Rusia son estados medianos que carecen de los recursos necesarios para una independencia total. Su dependencia de sistemas de comercio e instituciones dominados por Occidente limita su libertad de acción. Para estos países, romper completamente con el orden establecido conllevaría riesgos económicos y políticos significativos. Incluso para Rusia, desvincularse de instituciones como la ONU o de marcos económicos globales no es una tarea sencilla.
Por esta razón, muchos de estos países son cautelosos ante llamados a revisar radicalmente el orden global. Prefieren la evolución a la revolución, un punto que el presidente ruso, Vladimir Putin, enfatizó durante su intervención en el Valdai Club, subrayando que Rusia no tiene intenciones revolucionarias. Paradójicamente, es Occidente, ansioso por mantener su dominio, el que está desmantelando la globalización a través de políticas imprudentes.
Los aliados de Rusia en la mayoría global coinciden en que los actuales conflictos militares y políticos son consecuencia de las acciones occidentales, que perciben como problemas regionales que podrían convertirse en crisis globales si Occidente decide escalarlos. Sin embargo, también esperan que Rusia actúe con moderación, incluso si eso implica comprometer algunos de sus intereses. Convencer a estos países de que tal moderación no siempre es factible sigue siendo un desafío crucial.
En última instancia, los intereses estratégicos de Rusia y sus socios en la mayoría global están alineados. Ambos buscan un orden internacional más justo y multipolar, libre de la coerción occidental. Las diferencias en la forma de perseguir estos objetivos o en la retórica utilizada no deben ser vistas como obstáculos, sino como oportunidades para profundizar la comprensión mutua.
A medida que la historia avanza, las aspiraciones compartidas por un orden mundial justo unirán a Rusia y a la mayoría global, independientemente de la postura que adopte Occidente.