Las aguas que cubren nuestros océanos han sido fundamentales para el desarrollo de la vida en la Tierra. No obstante, la procedencia de esta agua sigue siendo un enigma para los científicos. Una de las teorías más prominentes sugiere que rocas espaciales, como cometas y asteroides, pudieron haber aportado agua a nuestro planeta a través de impactos. En este contexto, un grupo de investigadores ha comenzado a explorar un tipo de objeto que han denominado «cometas oscuros», que podrían ser responsables de esta aportación acuática.
En un estudio reciente, publicado en diciembre de 2024, un equipo de científicos ha identificado dos categorías de estos cometas oscuros. Este hallazgo podría proporcionar información valiosa sobre el origen de los océanos terrestres y, por ende, sobre el desarrollo de la vida en nuestro planeta.
Características de los cometas y su relevancia
El sistema solar alberga una gran cantidad de cuerpos pequeños, entre los que se encuentran cometas y asteroides. Estos objetos fueron bloques de construcción esenciales durante la formación de los planetas. A medida que estos cuerpos se desplazan por el espacio, pueden transportar materiales como escombros, hielo y materia orgánica, lo que los convierte en candidatos idóneos para la entrega de agua y dióxido de carbono a la Tierra en sus primeros días.
La distinción tradicional entre cometas y asteroides radica en que los primeros presentan colas brillantes, formadas por la sublimación de hielo a medida que se acercan al sol. En contraste, los asteroides parecen ser rocas clásicas, carentes de hielo en sus superficies. Sin embargo, los cometas oscuros desafían esta clasificación, ya que tienen aceleraciones no gravitacionales similares a las de los cometas, pero carecen de las colas de polvo típicas de estos últimos.
Estos cometas oscuros podrían estar liberando agua, lo que explicaría su aceleración sin una cola de polvo visible. Este fenómeno plantea la posibilidad de que existan muchos más cometas oscuros en el sistema solar, que aún no han sido identificados.
Los hallazgos recientes han revelado que los cometas oscuros se dividen en dos grupos: los cometas oscuros exteriores, que son más grandes y se encuentran en órbitas elípticas en las regiones más alejadas del sistema solar, y los cometas oscuros interiores, que son más pequeños y se mueven en órbitas circulares más cerca de la Tierra.
A medida que se avanza en la investigación sobre estos cometas oscuros, se espera que el futuro traiga más descubrimientos. El Vera C. Rubin Observatory, que comenzará a operar en 2025, permitirá a los astrónomos escanear casi cada noche el cielo del hemisferio sur, aumentando significativamente la sensibilidad para detectar objetos en movimiento. Esto podría facilitar el descubrimiento de muchos más cometas oscuros en un futuro cercano.
Además, misiones ya en curso, como las del Telescopio Espacial Hubble y el Telescopio Espacial James Webb, también contribuirán a la observación de estos cuerpos celestes, permitiendo a los científicos estudiar la composición y características de los cometas oscuros ya identificados.
En el horizonte también se encuentra la misión extendida de JAXA Hayabusa2, que tiene programado un encuentro con uno de los cometas oscuros interiores en 2031, ofreciendo una oportunidad única para examinar estos misteriosos cuerpos en detalle.