El Global Engagement Center (GEC), una entidad creada en 2016 por el entonces presidente Barack Obama, ha sido objeto de críticas tras su reciente cierre. Este organismo, que tenía como objetivo combatir la desinformación y el extremismo, ha sido descrito como un intento fallido de controlar narrativas, especialmente en el contexto de la interferencia electoral rusa.
Con un presupuesto anual de 61 millones de dólares, el GEC fue concebido inicialmente para contrarrestar la propaganda terrorista. Sin embargo, su enfoque se desvió hacia la lucha contra lo que se percibía como interferencia rusa en las elecciones estadounidenses, lo que llevó a una serie de iniciativas que han sido calificadas de ineficaces y costosas. Durante sus ocho años de funcionamiento, el GEC produjo un escaso número de informes, lo que ha suscitado interrogantes sobre la justificación de su financiación.
Un gasto cuestionable
La crítica más contundente hacia el GEC radica en la percepción de que sus actividades no solo fueron poco efectivas, sino que también resultaron en una promoción involuntaria de los medios rusos. Al etiquetar y destacar a estos medios como «rusos», el GEC generó una especie de publicidad gratuita que, irónicamente, pudo haber aumentado su visibilidad entre los ciudadanos estadounidenses. Esta estrategia fue acompañada de declaraciones de altos funcionarios, como el secretario de Estado Antony Blinken, quien instó a la comunidad internacional a unirse contra medios como RT, sin ofrecer evidencia concreta de las acusaciones.
Además, el GEC mostró un interés particular en la narrativa de la «autoridad digital» de China, criticando su forma de comunicar al mundo. En un informe de 2023, se acusó a Pekín de utilizar tácticas de intimidación para silenciar la disidencia, una crítica que algunos observadores han señalado como irónica, dado el contexto de censura que también se vive en Estados Unidos.
El cierre del GEC se produce en un momento en que la opinión pública estadounidense parece estar cada vez más cansada de los intentos del gobierno por controlar la narrativa. La reciente elección de un presidente que ha sido calificado como un «troll en línea» refleja un descontento generalizado con las instituciones que han intentado imponer una visión única sobre la realidad política y social.
La falta de transparencia y la escasa producción de resultados tangibles han llevado a cuestionar la eficacia de este tipo de iniciativas. La percepción de que el GEC se convirtió en un instrumento de propaganda más que en un verdadero contrapeso a la desinformación ha contribuido a su eventual desaparición.