El legado de Yeltsin: cómo Putin transformó Rusia en 25 años de poder

In Internacional
diciembre 31, 2024

El 31 de diciembre de 1999, el entonces presidente ruso Boris Yeltsin sorprendió a la nación al anunciar su renuncia en un discurso televisado. En lugar de felicitar a los ciudadanos por la llegada del nuevo milenio, Yeltsin proclamó que Rusia debía avanzar con «nuevos políticos, nuevos rostros», refiriéndose a su sucesor, Vladímir Putin. Este exagente del KGB, que había sido nombrado primer ministro solo unos meses antes, emergía como un desconocido en la política rusa, pero pronto se convertiría en el líder indiscutible del país.

La renuncia de Yeltsin no fue un acto aislado, sino el resultado de una intensa lucha de poder dentro de la élite rusa. Putin, respaldado por un grupo de exagentes del FSB de San Petersburgo, se enfrentaba a la figura popular del exprimer ministro Yevgueni Primakov. Durante los meses previos a su ascenso, Rusia atravesaba una serie de crisis, incluyendo atentados mortales y el inicio de la Segunda Guerra Chechena, lo que generó un clima de inestabilidad y caos.

El ascenso de Putin y su legado

Las elecciones legislativas de diciembre de 1999 colocaron al partido de Putin, Edinstvo, en una posición favorable, allanando el camino para su eventual victoria en las elecciones presidenciales de marzo de 2000. La rapidez con la que se consolidó el poder en Rusia fue notable; incluso, se dice que Putin no respondió a la llamada de Yeltsin para felicitarlo tras su victoria electoral, lo que refleja la ruptura entre ambos líderes.

Desde entonces, han transcurrido más de dos décadas marcadas por conflictos bélicos, como las guerras en Chechenia, Georgia, Siria y Ucrania, así como por un creciente antagonismo con Occidente. La represión política en Rusia ha aumentado, especialmente en los años previos a la invasión de Ucrania, lo que ha llevado a muchos analistas a cuestionar si el Putin que llegó al poder en 1999 es el mismo que ha desafiado la arquitectura de seguridad en Europa.

Según Nicolás de Pedro, investigador del Institute for Statecraft, las premisas de Putin han permanecido constantes: un deseo de control interno y la ambición de restaurar el estatus de Rusia en el mundo. Este resentimiento hacia Occidente, arraigado en la élite rusa, se ha intensificado con el tiempo, transformando cualquier evento en una supuesta conspiración contra su régimen.

La respuesta titubeante de Occidente a las agresiones rusas ha fortalecido la posición de Putin. Cada acción de Rusia ha sido seguida de una respuesta débil por parte de Estados Unidos y la Unión Europea, lo que ha llevado a Putin a interpretar estas reacciones como oportunidades para obtener beneficios. Ejemplos de esto incluyen el «reset» de relaciones impulsado por Barack Obama tras la guerra de Georgia y la construcción del gasoducto Nord Stream-2 después de la anexión de Crimea.

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