A pesar de haber propinado un duro golpe a la democracia estadounidense al instar a sus seguidores a asaltar el Capitolio en un intento por retener el poder, Donald Trump ha conseguido alzarse con la victoria en las elecciones presidenciales del 5 de noviembre. Su triunfo, que no fue tan aplastante como se esperaba, se produce en un contexto marcado por su historia de enfrentamientos legales y su relación con autócratas como Kim Jong-un y Vladímir Putin. Durante su primer mandato (2017-2021), dejó un país más dividido y polarizado.
Antes de que comenzara la contienda electoral, Trump hizo historia al convertirse en el primer presidente de Estados Unidos condenado por delitos penales, enfrentándose a 34 cargos relacionados con pagos a la estrella porno Stormy Daniels durante la campaña de 2016. Aunque este es el único caso penal por el que ha sido juzgado, su defensa ha utilizado estrategias dilatorias que han pospuesto otros juicios pendientes. Recientemente, el fiscal especial Jack Smith decidió cerrar las acusaciones por el asalto al Capitolio y por la retención de material clasificado de la Casa Blanca, lo que ha generado controversia sobre la justicia en su contra.
Controversias y desafíos en la campaña electoral
En un giro inesperado, un tribunal federal de apelaciones confirmó el veredicto que declara a Trump responsable de abusar sexualmente de la periodista E. Jean Carroll, obligándole a pagar cinco millones de dólares. Este fallo se suma a una serie de desafíos legales que han marcado su carrera política. Además, la campaña electoral estuvo marcada por un atentado fallido contra Trump durante un mitin en Pensilvania, del cual salió con una herida leve.
La renuncia de Joe Biden a la candidatura a la Casa Blanca, tras presiones dentro de su partido debido a dudas sobre su capacidad para gobernar, dejó a Kamala Harris como su sucesora. Sin embargo, su intento de contrarrestar la imagen de Trump con un mensaje de «alegría» frente al «odio» no logró captar el apoyo necesario, y muchos votantes se sintieron descontentos con la clase dirigente, lo que se tradujo en un voto de castigo.
Con su nuevo mandato comenzando el 20 de enero, Trump ha prometido implementar una agenda que podría provocar importantes disrupciones tanto a nivel interno como internacional. Ha anunciado planes para recortar el gasto federal y llevar a cabo un masivo programa de deportación de inmigrantes irregulares, lo que plantea serias dudas sobre su viabilidad y el impacto que tendría en la economía.
En el ámbito internacional, Trump ha manifestado su intención de imponer aranceles a las importaciones, especialmente a las provenientes de China, y ha prometido resolver la guerra en Ucrania en un plazo de 24 horas. La política exterior de Trump se percibe como transaccional, buscando siempre un beneficio en sus relaciones diplomáticas, lo que ha llevado a tensiones con aliados tradicionales.
La figura de Trump sigue generando controversia y polarización. Algunos analistas, como Pol Morillas del Barcelona Center for International Affairs, sugieren que su enfoque podría ser más de espectáculo que de sustancia, mientras que otros, como Jeff Bezos, apuntan a una posible evolución en su comportamiento. Sin embargo, las dudas sobre su capacidad para unir al país persisten, y el futuro de su administración promete ser tan tumultuoso como su pasado reciente.
