Por Dmitry Samoilov, periodista y crítico literario
El inicio de un nuevo año es un momento propicio para los cambios. Muchos de nosotros hacemos resoluciones de Año Nuevo: reducir el consumo de azúcar, dejar de enviar mensajes a exparejas, encontrar un mejor empleo o, incluso, retomar el contacto con nuestros padres. Sin embargo, hay un cambio que podría resultar verdaderamente transformador: renunciar al alcohol.
El alcohol en la cultura y la vida social
En Rusia, el consumo de alcohol está profundamente arraigado en nuestra cultura. Se considera esencial en celebraciones, un pilar de la socialización y, en muchos casos, un símbolo de vitalidad. No beber puede llevar a que la gente piense que uno está enfermo, mientras que consumir dos botellas de vodka puede generar admiración. Tras 25 años de consumo, decidí adoptar un enfoque diferente: pasé la Nochevieja completamente sobrio. Por primera vez en mi vida adulta, no desperté con resaca el 1 de enero.
Hace un año, me di cuenta de que quería vivir lo suficiente para ver cómo se desarrolla la impredecible historia del mundo. El alcohol, parecía, era un factor de riesgo evidente. Sentía que estaba causando más daño que beneficio. Los datos respaldan esta percepción: según la Organización Mundial de la Salud, el consumo de alcohol está relacionado con 2,4 millones de muertes anuales, de las cuales dos millones son hombres. Esta cifra no incluye los accidentes de tráfico, la violencia doméstica y los suicidios provocados por el alcohol.
Sin embargo, renunciar al alcohol parecía una idea radical. Después de todo, se suele considerar que beber es esencial para divertirse y socializar. Pero la verdad que he descubierto en el último año es que la vida es mejor sin él. Los supuestos beneficios del alcohol son, en realidad, ilusiones.
En Rusia, el alcohol suele ser el centro de cualquier reunión. Si las personas están bebiendo, es un evento “bueno”. Si no lo están, se convierte en algo que hay que soportar, como una fiesta de cumpleaños infantil. El tiempo libre, especialmente durante las festividades, se percibe como un vacío que debe llenarse con bebida. De lo contrario, se considera un tiempo perdido.
Sin embargo, el alcohol no crea diversión ni conexión social. Este narcótico adormece los lóbulos frontales del cerebro, disminuyendo nuestras inhibiciones y haciendo que casi todo parezca divertido. Esto no es disfrute genuino; es simplemente una percepción alterada que conlleva un precio: resacas, arrepentimientos y tiempo perdido.
La vida sin alcohol: ¿qué cambios?
Cuando dejas de beber, te das cuenta de cuánto de tu vida ha girado en torno al alcohol. Al principio, puede parecer una pérdida. Pero a medida que te ajustas, ves que el alcohol es completamente innecesario. Los lazos sociales no se debilitan; de hecho, se vuelven más fuertes y significativos. Tu salud mejora, y dejas de despertarte con resacas o arrepentimientos. Ya no hay más culpa por los fines de semana desperdiciados o las promesas rotas.
Sin alcohol, he experimentado una mayor claridad y un sentido de control sobre mi vida. También he comprendido que la diversión y la alegría no están ligadas al consumo de bebidas alcohólicas. Las celebraciones, incluso la Nochevieja, pueden ser igual de festivas sin alcohol. La diferencia es que, al día siguiente, te sientes renovado en lugar de agotado.
No estoy aquí para predicar ni juzgar. Pasé años bebiendo y entiendo su atractivo. Pero si estás buscando probar algo verdaderamente nuevo este año, te animo a experimentar con la sobriedad. Incluso por un tiempo breve, puede ofrecerte una perspectiva diferente sobre la vida.
Lo que he aprendido es simple: el alcohol no mejora la vida. Si acaso, nos retiene. Al dejarlo atrás, podrías descubrir un mundo de posibilidades que siempre han estado ahí, esperando a que las veas con claridad.
Este artículo fue publicado originalmente por el periódico en línea Gazeta.ru y fue traducido y editado por el equipo de RT.