La comunidad de inteligencia de Estados Unidos se encuentra dividida en cuanto a las causas del llamado «Síndrome de La Habana», una misteriosa condición de salud que ha afectado a numerosos diplomáticos estadounidenses en el extranjero. Un reciente informe del gobierno, publicado el pasado viernes, revela que la mayoría de las agencias consideran «muy poco probable» que esta afección sea el resultado de un ataque sofisticado por parte de una potencia extranjera. Sin embargo, persisten voces disidentes que sugieren que un adversario podría haber desarrollado un dispositivo capaz de provocar estos síntomas.
Un fenómeno global
Los síntomas asociados al síndrome incluyen dolores de cabeza, mareos, náuseas, pérdida de audición, problemas de memoria y dificultades para concentrarse. Este fenómeno fue identificado por primera vez entre el personal de la embajada estadounidense en La Habana, Cuba, en 2016. Desde entonces, se han reportado casos similares en países como China, Rusia, Sudamérica y Australia, acumulando más de 1,500 casos a nivel mundial.
A pesar de los esfuerzos del gobierno estadounidense por investigar esta cuestión durante años, no se ha logrado determinar con precisión la causa de la condición. Las explicaciones más plausibles, según la comunidad científica, incluyen factores ambientales, situaciones de estrés o el uso de armas de energía dirigida.
El informe elaborado por el Consejo Nacional de Inteligencia de EE. UU. indica que cinco agencias de inteligencia continúan evaluando que «es muy poco probable que un adversario extranjero sea responsable de los incidentes de salud anómalos reportados». Sin embargo, dos agencias, que no fueron identificadas en el informe, han adoptado una postura diferente. Una de ellas sostiene que hay una «probabilidad aproximadamente igual» de que un actor extranjero «haya utilizado un arma novedosa o un dispositivo prototipo para dañar» al personal estadounidense. La otra agencia considera que existe una «probabilidad aproximadamente igual» de que tal arma haya sido desarrollada por un actor extranjero, aunque ambas agencias tienen baja confianza en estas evaluaciones.
Un alto funcionario estadounidense, que prefirió permanecer en el anonimato, comentó al New York Times que «la conclusión es que el misterio persiste», añadiendo que el gobierno debe estar abierto a la posibilidad de que «no tengamos todas las respuestas».
A pesar de las especulaciones que apuntan a Rusia como posible responsable del síndrome, Moscú ha desmentido estas afirmaciones, calificando los rumores de «alegaciones mediáticas infundadas».