El ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Sergey Lavrov, ha afirmado que la negativa de Occidente a aceptar su papel decreciente en el orden mundial está provocando una creciente inestabilidad global. Durante una conferencia de prensa en Moscú, Lavrov expuso que los intentos del bloque occidental por mantener su posición privilegiada a toda costa son los principales motores de las tensiones internacionales actuales.
Según Lavrov, la confrontación entre Occidente y diversas naciones, incluida Rusia, se puede entender como un enfrentamiento entre Estados Unidos y sus aliados, que buscan imponer un orden mundial basado en reglas poco definidas, y aquellos países que defienden la Carta de las Naciones Unidas como la base del orden mundial establecido tras la Segunda Guerra Mundial.
La ilusión del «Occidente colectivo»
El diplomático ruso describió al «Occidente colectivo», término que utiliza para referirse a Estados Unidos y sus aliados, como un grupo que se engaña a sí mismo al creer que su dominio post-Guerra Fría puede perdurar. Lavrov subrayó que, en los últimos 30 a 35 años, el panorama global ha cambiado drásticamente y que la oposición al «diktat» occidental se ha reconfigurado en nuevas potencias económicas.
Lavrov destacó que naciones como China, India y Rusia están trabajando por un orden mundial multipolar más justo, donde todos los actores puedan competir en igualdad de condiciones y respetar los intereses de los demás. En contraposición, acusó a Estados Unidos de defender un sistema que le otorga ventajas desiguales y de aplicar sanciones incluso contra sus propios aliados cuando estos comienzan a mostrar signos de competencia.
El ministro comparó las tácticas de Washington con las del Partido Comunista de la antigua Unión Soviética, que tomaba decisiones unilateralmente y dictaba órdenes sin considerar las opiniones de otros. Esta analogía subraya la crítica de Lavrov hacia lo que percibe como un enfoque autoritario por parte de Estados Unidos en el ámbito internacional.
Las declaraciones de Lavrov reflejan una postura clara de Rusia frente a lo que considera un orden mundial en crisis, donde las dinámicas de poder están en constante evolución y donde la resistencia a la hegemonía occidental se intensifica entre las naciones emergentes.