Investigadores de la Universidad Estatal de Michigan, en colaboración con la Universidad de Florida, científicos ciudadanos y sus perros trufadores, han descubierto dos nuevas especies de trufas en América del Norte. Este hallazgo ha sido publicado en la revista Mycologia, donde incluso ha sido destacado en su portada.
Una de las especies, denominada Tuber canirevelatum, que significa «trufa encontrada por perros», rinde homenaje a los perros trufadores y a Monza, el can que la descubrió junto a su entrenadora Lois Martin. La otra especie, Tuber cumberlandense, ha tomado su nombre del Plateau de Cumberland, donde fue hallada por Margaret Townsend y su perro trufador, Luca.
La T. canirevelatum no se parecía ni olía a nada conocido en América del Norte, lo que llevó a Martin a enviar una muestra al laboratorio de Gregory Bonito, profesor asociado en el Departamento de Ciencias de Plantas, Suelos y Microbios de la Universidad Estatal de Michigan. Bonito, junto con su estudiante de investigación, Alassane Sow, autor principal del estudio, utilizó análisis de ADN para identificar las dos trufas y ubicarlas en el árbol de la vida.
“Recibir estas muestras fue muy emocionante, especialmente porque se asemejaban mucho a las trufas europeas comestibles conocidas, Tuber macrosporum y Tuber aestivum”, comentó Sow. “Esperamos que al describir estas especies se despierte un mayor interés por el cultivo de trufas en América del Norte. Nuestros análisis muestran que cada una posee compuestos aromáticos presentes en algunas de las especies de trufas más valiosas”.
Potencial Económico de las Nuevas Especies
Debido a su rareza, las trufas son altamente valoradas en el mundo culinario. Según Bonito, ambas especies de trufas recién descubiertas tienen un potencial económico considerable. “En los mercados internacionales, las trufas frescas se venden por cientos y miles de dólares por kilogramo”, subrayó Bonito.
Si bien la T. cumberlandense ha sido cosechada en huertos de trufas y bosques, y ha sido comercializada bajo diversos nombres, el análisis ha demostrado que se trata de una especie distinta y previamente no descrita, nativa de América del Norte. Actualmente, se están llevando a cabo esfuerzos en Kentucky para cultivar esta trufa nativa por parte de la destilería Maker’s Mark.
“Esta especie mantiene una relación simbiótica con sus anfitriones, los robles blancos, creciendo a partir de sus raíces y proporcionándoles nutrientes”, explicó Bonito. “Maker’s Mark está interesado en cultivar T. cumberlandense porque almacenan su whisky en barricas de roble blanco. Están reforestando sus tierras en Kentucky con robles blancos para las barricas y esperan algún día cosechar trufas, incluso podrían crear un whisky infusionado con trufas”.
Históricamente, la atención se ha centrado en el cultivo y la venta de especies de trufas europeas, pero hay un creciente interés en cultivar, recolectar en estado silvestre y vender especies de trufas nativas de América del Norte. Bonito señaló que cada vez más personas están intentando cultivar trufas, lo que implica una mayor necesidad de perros trufadores para localizar estos frutos subterráneos.
“Si tienes trufas por un valor de 20,000 dólares creciendo bajo tierra, necesitas encontrarlas antes de que se pierdan, por lo que los perros son muy importantes”, enfatizó Bonito. Junto con Matthew Smith, del Departamento de Patología de Plantas de la Universidad de Florida, ha estado investigando e identificando trufas nativas de América del Norte desde antes de 2010.
Benjamin Lemmond, miembro del laboratorio de Smith en Florida, comentó: “Las trufas son algunos de los hongos más misteriosos y atractivos del planeta. Viven su vida bajo tierra, fuera de la vista, pero la gente de todo el mundo está ansiosa por encontrarlas y disfrutar de sus cualidades culinarias únicas. Este estudio demuestra que aún hay trufas por descubrir justo bajo nuestros pies, y que sin la ayuda de los perros (y sus increíbles narices) podríamos nunca encontrarlas”.
Además de nombrar y describir estas nuevas especies, Bonito destacó que cada especie de trufa produce un aroma único, que es la base de su potencial culinario y, por ende, de su valor. Bonito y Sow trabajaron con Randy Beaudry, profesor del Departamento de Horticultura de MSU, para calificar y caracterizar los compuestos volátiles utilizando cromatografía de gases. Estos volátiles son los compuestos químicos que crean el aroma de una trufa.
“Este instrumento nos permitió medir los compuestos orgánicos volátiles liberados por una trufa”, explicó Sow. “Descubrimos que T. canirevelatum estaba enriquecida en compuestos como el disulfuro de dimetilo y el sulfuro de 1-propenilo, que contribuyen al aroma a ajo de la trufa. En T. cumberlandense, encontramos compuestos como el disulfuro de dimetilo (presente en la trufa negra de Périgord y la trufa blanca de Piamonte) y el 2,4-ditiapentano (comúnmente utilizado en la fabricación de productos sintéticos de trufa)”.
“Nuestra investigación refuerza la importancia del uso de perros trufadores entrenados en la investigación de tubérculos y la agricultura de trufas”, concluyó Bonito. “Sospechamos que muchas especies nativas de tubérculos aún permanecen por descubrir y describir. Esta tarea se verá potenciada a través de la colaboración continua entre micólogos, el público y los perros trufadores entrenados”.