Desde principios de 2025, las regiones de Afar y Oromia en Etiopía han experimentado una serie de terremotos y temblores, siendo el más fuerte de ellos un sismo de magnitud 5.7 que tuvo lugar el 4 de enero. Según la información proporcionada por el Servicio Geológico de EE.UU. y el Centro Alemán de Investigación de Geociencias, el epicentro se localizó a 142 kilómetros al este de la capital, Adís Abeba, en la región de Oromia. Este evento sísmico se produjo apenas un día después de otro terremoto de magnitud 5.5 en la misma zona. Adicionalmente, durante el fin de semana del 11 de enero se registraron otros dos temblores.
Ante esta situación, el Consejo de Gestión de Riesgos de Desastres de Etiopía ha decidido reubicar a aproximadamente 60,000 residentes de estas regiones hacia refugios temporales, debido al riesgo de nuevos terremotos. Sin embargo, la preocupación no solo se centra en los sismos, sino también en la posibilidad de erupciones volcánicas, dado que estas actividades sísmicas se están produciendo cerca de dos volcanes activos: Fentale y Dofen.
Conexiones entre terremotos y actividad volcánica
La actividad sísmica y volcánica es común en Etiopía, un país situado en una región geológicamente activa conocida como el Sistema de Rift de África Oriental. Aunque los terremotos y las erupciones volcánicas a menudo están interrelacionados, es inusual que un terremoto desencadene directamente una erupción en este país. La reciente actividad sísmica se atribuye a la intrusión de magma en el subsuelo de las regiones de Oromia y Afar, donde el magma está ascendiendo bajo los volcanes Fentale y Dofen, que se encuentran geográficamente cerca uno del otro.
Etiopía alberga alrededor de 50 volcanes activos, la mayoría de los cuales se sitúan en el Rift etíope, que es la parte norte del Sistema de Rift de África Oriental. Un volcán activo posee magma en su interior, lo que podría dar lugar a una erupción en el futuro. Muchos de estos volcanes muestran evidencia de erupciones pasadas, algunas de las cuales datan de hace cientos de años. Por otro lado, un volcán considerado dormido no ha entrado en erupción durante miles de años y no presenta signos inmediatos de reactivación.
La posibilidad de que estos terremotos provoquen erupciones volcánicas está relacionada con los procesos naturales que moldean la Tierra. La corteza terrestre, compuesta por roca sólida, se fragmenta en grandes secciones denominadas placas tectónicas, que se mueven lentamente sobre una capa más fluida llamada astenosfera. Este movimiento es impulsado por las corrientes de convección en el manto terrestre y puede generar actividad geológica como terremotos y erupciones volcánicas, especialmente en los límites de estas placas.
La actividad sísmica relacionada con los volcanes es un fenómeno común en las regiones volcánicas. A diferencia de los terremotos tectónicos, los sismos asociados a volcanes tienden a ocurrir en enjambres y son causados por la fractura del terreno y el desplazamiento de rocas debido al movimiento del magma. Este proceso, que actualmente se observa en la región de Fentale-Dofen, genera una actividad sísmica sostenida.
Es fundamental implementar sistemas de monitoreo y alerta temprana para mitigar los riesgos asociados a las erupciones volcánicas y terremotos. En este sentido, se están utilizando observaciones por satélite y datos sísmicos tanto de redes nacionales como internacionales para rastrear la intrusión de magma. La recopilación de datos históricos y geológicos es esencial para entender la frecuencia y magnitud de estos eventos.
La planificación de mapas detallados que identifiquen áreas de riesgo es igualmente crucial. Estos mapas son herramientas valiosas para orientar el desarrollo urbano, la infraestructura y las estrategias de evacuación. La identificación de infraestructuras críticas, como hospitales y escuelas en zonas de alto riesgo, permite una mejor preparación ante posibles desastres.
La educación y la preparación comunitaria son aspectos esenciales para enfrentar estos desafíos naturales. En Etiopía, la Comisión de Gestión de Riesgos de Desastres debería implementar sistemas de preparación en todo el país, aprendiendo de las mejores prácticas globales. Por ejemplo, Japón ha desarrollado una cultura de preparación robusta que ha reducido significativamente el impacto de desastres naturales a través de simulacros, programas de educación y participación activa de la comunidad.
Finalmente, es crucial que los gobiernos y organizaciones de ayuda mantengan reservas de suministros de emergencia, como alimentos, agua y kits médicos, para atender las necesidades inmediatas de las personas afectadas por desastres naturales. Equipos de respuesta especializados en volcanología, sismología y gestión de desastres deben estar listos para actuar de manera rápida y coordinada durante emergencias.