La reciente decisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de imponer un arancel adicional del 10% a las importaciones de China ha generado un impacto considerable en el sector automotriz estadounidense. Si bien este nuevo arancel afecta a un número relativamente bajo de vehículos, su repercusión se extiende notablemente a las piezas de automóviles, lo que podría incrementar aún más los ya elevados precios de los vehículos para los consumidores.
En los últimos años, Estados Unidos ha importado entre 15.4 y 17.5 mil millones de dólares en bienes de transporte desde China, de los cuales entre 9 y 10 mil millones corresponden a piezas y accesorios para vehículos. Este contexto revela la interconexión cada vez mayor de la industria automotriz global, donde países como China juegan un papel crucial en la cadena de suministro.
Impacto en el mercado automovilístico
Los vehículos que más se verán afectados por estas medidas son el Lincoln Nautilus de Ford y el Buick Envision de General Motors, los cuales representan el 95% de los vehículos fabricados en China que se vendieron en EE. UU. el año pasado. Según Jeff Schuster, vicepresidente de investigación automotriz de GlobalData, son principalmente GM y Ford las que asumirán el peso de esta situación, aunque la magnitud del impacto podría ser mitigada en cierta medida.
Por otro lado, fabricantes como Volvo, que pertenece al conglomerado chino Geely, han optado por modificar sus planes de producción para reducir la cantidad de vehículos importados desde China, especialmente en el ámbito de los vehículos eléctricos, donde ya se han impuesto aranceles del 100% en modelos específicos. Esto pone de manifiesto cómo las políticas comerciales de Estados Unidos están alterando las dinámicas de producción y comercio internacional.
A pesar de que los vehículos fabricados en China solo representaron el 0.6% de los aproximadamente 16 millones de vehículos nuevos vendidos en EE. UU. el año pasado, las importaciones de piezas son significativas, alcanzando entre 15 y 20 mil millones de dólares anuales, según la Comisión de Comercio Internacional de EE. UU. La dependencia de China en la cadena de suministro de baterías y otros componentes para vehículos eléctricos es notoria, lo que complica aún más la situación para los fabricantes estadounidenses.
Las declaraciones de analistas como Mark Delaney de Goldman Sachs subrayan la incertidumbre que rodea a los aranceles y su efecto en las baterías y materias primas para vehículos eléctricos, cuya adopción ha sido más lenta de lo esperado. En un mercado donde los precios de los vehículos nuevos rondan los 50,000 dólares, cualquier aumento en los costes podría suponer un desafío considerable para las ventas en un contexto ya complicado.
La falta de comentarios por parte de Ford y GM sobre posibles cambios en la producción o precios de sus vehículos fabricados en China refleja la incertidumbre reinante en la industria. Mientras tanto, expertos en automoción como Mike Jackson, de la Asociación de Proveedores de Equipos Originales, expresan su preocupación por el efecto de estos aranceles sobre los costos, ya que cualquier incremento será inevitablemente trasladado al consumidor.
Los analistas advierten que, aunque no hay un componente específico que se considere crítico bajo el nuevo arancel, el incremento en los costos contribuirá a un problema más amplio relacionado con el precio de los vehículos. Este panorama es especialmente relevante en un momento en que se prevé que las ventas de vehículos nuevos en EE. UU. se sitúen en 16.2 millones, según S&P Global Mobility, antes de la implementación de estos aranceles.