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La política exterior, tradicionalmente considerada un tema secundario en las campañas electorales, ha cobrado una relevancia inesperada en las elecciones generales alemanas que se celebrarán el próximo domingo. La guerra en Ucrania ha marcado la agenda política de la corta legislatura de Olaf Scholz, quien lidera una coalición entre socialdemócratas, verdes y liberales. Esta coalición se ha visto obligada a buscar alternativas más costosas al gas ruso, lo que ha puesto de manifiesto la fragilidad de las relaciones internacionales de Alemania en un contexto global cambiante.
La situación se complica aún más con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, lo que ha reconfigurado las relaciones transatlánticas y ha generado confusión en la República Federal de Alemania. Según Thomas Kleine-Brockhoff, director de la Sociedad Alemana de Política Exterior (DGAP), Alemania nunca había experimentado una sensación de incertidumbre comparable a la actual, ni siquiera en momentos críticos como la Guerra Fría o la reunificación del país en 1990.
Desafíos en la política exterior alemana
Alemania se encuentra en una encrucijada, enfrentándose a un rival sistémico como China y al «voraz neoimperialismo» de Vladímir Putin, mientras que las relaciones con Estados Unidos se caracterizan por un «antagonismo público». Esta situación ha superado las peores expectativas que acompañaron el regreso de Trump al poder. Además, los ejes tradicionales de la política europea, como el motor franco-alemán, parecen estar en crisis, mientras surgen nuevos bloques, como el báltico-nórdico.
La política exterior alemana se ha visto influenciada por la preferencia de Berlín por la demócrata Kamala Harris como sucesora de Joe Biden, lo que ha generado tensiones con la administración Trump. Aunque en el pasado se logró reencauzar la relación con Washington tras la derrota de Hillary Clinton, la hostilidad de Trump hacia Europa es un factor que complica la situación actual.
El vicepresidente estadounidense, J.D. Vance, ha intensificado esta tensión al criticar abiertamente a Europa y expresar su apoyo implícito a la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), que se posiciona como la segunda fuerza en los sondeos. Esta injerencia ha dejado estupefactos tanto a Scholz como a Friedrich Merz, líder del bloque conservador, quien probablemente será el próximo canciller. La AfD, que ha recibido apoyo de figuras como Elon Musk, representa un desafío significativo para el «cordón sanitario» que la política alemana ha intentado mantener contra la ultraderecha.
Los sondeos indican que el Partido Socialdemócrata (SPD) de Scholz se encuentra estancado en un 15% de intención de voto, mientras que el bloque de Merz lidera con una ventaja considerable. Esto sugiere que, en caso de una victoria conservadora, se podría formar una coalición entre conservadores y socialdemócratas, similar a las que lideró Angela Merkel en el pasado.
Ante esta situación, Scholz y Merz han reaccionado de manera conjunta ante las críticas de Vance, lo que refleja un cambio en la dinámica de las relaciones entre Berlín y Washington. El ministro de Defensa, Boris Pistorius, ha sido especialmente contundente en sus declaraciones, lo que sugiere que, si los resultados electorales lo permiten, la nueva coalición podría adoptar una postura más firme en la política exterior alemana.