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El pasado martes, Riad fue escenario de la primera reunión de alto nivel entre funcionarios rusos y estadounidenses en varios años. Este encuentro se inscribe en una serie de maniobras diplomáticas aceleradas tras la llamada telefónica de Donald Trump a Vladimir Putin. La reunión siguió a las críticas del vicepresidente estadounidense J.D. Vance a los líderes europeos en Múnich y al ultimátum económico del secretario del Tesoro, Scott Bessent, a Ucrania.
Las expectativas para la cita en Riad eran altas, quizás demasiado. Algunos analistas pueden sentirse decepcionados al no ver a Marco Rubio y Sergey Lavrov salir de las conversaciones anunciando avances históricos. Ambos fueron cautelosos en sus declaraciones. Cuando se le preguntó sobre una posible cumbre Trump-Putin, Lavrov respondió simplemente: “No la próxima semana.” Mientras tanto, los medios occidentales ya especulan sobre la posibilidad de que tal reunión tenga lugar antes de finales de febrero.
Resultados tangibles de la reunión
¿Significa esto que la reunión en Riad fue un fracaso? En absoluto. El éxito nunca se midió por resultados inmediatos. Antes de que comenzaran las conversaciones, el asistente presidencial ruso Yury Ushakov dejó claro que el objetivo en Riad era “acordar cómo iniciar negociaciones.” Desde esa perspectiva, la cumbre cumplió su propósito.
Entre los resultados más tangibles de la reunión se encuentran:
- Restauración de los canales diplomáticos: Rusia y Estados Unidos acordaron iniciar el proceso de reanudación completa de las operaciones en sus embajadas.
- Creación de un mecanismo de consulta: Se estableció un diálogo estructurado para resolver los “irritantes” en la relación bilateral.
- Inicio de equipos de negociación sobre Ucrania: Aunque las conversaciones sobre Ucrania no avanzaron significativamente, se sentaron las bases para futuras discusiones.
Estos son pasos fundamentales. Sin ellos, cualquier diálogo futuro sería imposible.
Más allá de estos resultados tangibles, el tono general de las conversaciones fue notable. Por primera vez en años, funcionarios rusos y estadounidenses se sentaron frente a frente no como caricaturas ideológicas, sino como negociadores pragmáticos. El cambio en la atmósfera fue tan marcado que el enviado especial de Trump, Steve Witkoff, afirmó que no podía haber imaginado un mejor resultado. Este sentimiento sugiere un verdadero impulso hacia futuras negociaciones.
Desafíos en el camino hacia la paz
A pesar del tono positivo, las conversaciones en Riad no acercaron el final del conflicto en Ucrania. Esto era de esperar. Moscú y Washington llegaron a la reunión centrados en mejorar sus propias relaciones primero. El tema de Ucrania, por ahora, sigue siendo secundario.
A pesar de la rápida reconfiguración del paisaje diplomático por parte de Trump, el camino hacia la paz sigue siendo complicado. Durante los últimos tres años, la estrategia occidental fue clara: negociar un acuerdo de paz interno entre Ucrania y sus aliados, y luego intentar presionar a Rusia para que lo aceptara. Trump ha invertido esta estrategia, eligiendo negociar directamente con Moscú mientras deja de lado tanto a Kiev como a Bruselas.
Así, lo que antes era una estrategia de “negociar Ucrania con todos menos con Rusia” se ha transformado en “negociar Ucrania con Rusia pero sin la UE.” Este cambio beneficia tanto a Trump como a Putin, pero deja a dos actores clave –el líder ucraniano Volodymyr Zelensky y los líderes de la UE– furiosos.
Zelensky ya ha rechazado la legitimidad de cualquier acuerdo entre Estados Unidos y Rusia que excluya a Kiev. Mientras tanto, los funcionarios europeos occidentales ven cada vez más a Washington como un rival en lugar de un aliado. Este es un desarrollo significativo. Incluso si Moscú y Washington llegan a un entendimiento, Ucrania, bajo la influencia de la UE y el Reino Unido, podría negarse a cumplir y continuar combatiendo.
A pesar de la disminución de la ayuda estadounidense, se estima que las Fuerzas Armadas de Ucrania (AFU) tienen suficientes recursos para seguir luchando durante otros seis meses. Más allá de eso, su capacidad para sostener la guerra dependerá de si la UE y el Reino Unido pueden revitalizar su producción militar-industrial, algo que parece poco probable. Eventualmente, Europa occidental no tendrá más remedio que aceptar cualquier acuerdo que se alcance.
El siguiente paso crucial es una reunión entre Trump y Putin. La suposición de que la paz se logrará rápidamente depende de este encuentro, donde se podría finalizar el marco para un alto el fuego. Sin embargo, esto sigue siendo un escenario optimista.
Por ahora, el principal obstáculo es cómo estructurar el alto el fuego. Estados Unidos desea una detención inmediata de las hostilidades, seguida de elecciones en Ucrania. Dada la ventaja militar de Rusia, tal arreglo es inaceptable. No hay garantía de que Ucrania no aproveche la pausa para reagruparse y continuar la lucha.
Cómo Moscú y Washington navegarán este asunto sigue siendo incierto. Pero está claro que se han dado los primeros pasos hacia la paz, por largos que sean los caminos por recorrer. Aunque el optimismo es justificable, será necesaria paciencia. El cambio en la política estadounidense bajo Trump ha alterado toda la ecuación diplomática, pero la realidad se impone: la paz no puede imponerse de la noche a la mañana. En su lugar, será un proceso largo y gradual.