
Más de cincuenta años han transcurrido desde la última misión del programa Apollo hasta el regreso de Estados Unidos a la superficie lunar, un hito que se alcanzó el pasado febrero con el aterrizaje del primer módulo de aterrizaje privado. Este evento marca el inicio de una nueva era en la exploración espacial, donde la colaboración entre agencias gubernamentales y empresas privadas se convierte en la norma.
A partir del domingo, se llevarán a cabo dos misiones adicionales en un intervalo de una semana, lo que subraya el esfuerzo audaz de la NASA y sus socios industriales por convertir los aterrizajes en la Luna en una parte rutinaria de la exploración espacial. La primera de estas misiones, conocida como la Misión Blue Ghost 1 de Firefly Aerospace, logró aterrizar con éxito cerca de Mons Latreille, una característica volcánica en Mare Crisium, en el lado noreste de la Luna, a las 3:34 a.m. hora del Este de EE. UU. (08:34 GMT) tras un viaje de 45 días.
Durante su travesía, el módulo de aterrizaje capturó impresionantes imágenes de la Luna, acercándose a tan solo 60 millas (100 kilómetros) de la superficie antes de su aterrizaje exitoso. Este módulo, de un tamaño similar al de un hipopótamo, transporta diez instrumentos, entre ellos uno para analizar el suelo lunar y otro para probar computación resistente a la radiación. También incluye un sistema de navegación basado en GPS.
Misión de exploración lunar
Una vez en la superficie lunar, Blue Ghost operará durante un día lunar completo (14 días terrestres) y se espera que capture imágenes en alta definición de un eclipse total el 14 de marzo, cuando la Tierra bloquee el sol desde el horizonte lunar. Además, el 16 de marzo, registrará una puesta de sol lunar, lo que proporcionará información sobre cómo el polvo se levita sobre la superficie bajo la influencia solar, fenómeno que fue documentado por primera vez por el astronauta del Apollo Eugene Cernan.
La llegada de Blue Ghost será seguida el 6 de marzo por la misión IM-2 de Intuitive Machines, que cuenta con su módulo de aterrizaje, Athena. El año pasado, esta empresa hizo historia al ser la primera compañía privada en lograr un aterrizaje suave en la Luna, aunque su éxito fue limitado por un contratiempo que hizo que el módulo se volcara, restringiendo su capacidad para generar energía solar.
Esta vez, Intuitive Machines ha realizado mejoras significativas en el diseño del módulo de aterrizaje, que es de forma hexagonal y más alto y delgado que el Blue Ghost, alcanzando una altura comparable a la de una jirafa. Athena fue lanzada a bordo de un cohete SpaceX y tomará una ruta más directa hacia Mons Mouton, el sitio de aterrizaje lunar más meridional jamás intentado.
El módulo transporta una ambiciosa carga de instrumentos, incluyendo un dron saltador diseñado para explorar los pasajes subterráneos de la Luna, un taladro capaz de perforar hasta tres pies bajo la superficie en busca de hielo, y tres rovers. El más grande, del tamaño de un beagle, se conectará al módulo y al dron mediante una red celular de Nokia, en una demostración pionera.
Sin embargo, el dron saltador «Grace», nombrado en honor a la pionera de la computación Grace Hopper, podría convertirse en el protagonista si logra demostrar su capacidad para navegar por el terreno lunar de formas que ningún rover podría.
El aterrizaje en la Luna presenta desafíos únicos, dado que la ausencia de una atmósfera hace que los paracaídas sean ineficaces. Por ello, las naves espaciales deben confiar en quemas de propulsores controladas con precisión para ralentizar su descenso mientras navegan por terrenos peligrosos. Hasta la primera misión exitosa de Intuitive Machines, solo cinco agencias espaciales nacionales habían logrado este hito: la Unión Soviética, Estados Unidos, China, India y Japón, en ese orden.
Ahora, Estados Unidos se esfuerza por hacer que las misiones lunares privadas sean rutinarias a través del programa Commercial Lunar Payload Services (CLPS) de la NASA, una iniciativa público-privada que busca entregar hardware a la superficie lunar a un costo significativamente menor que las misiones tradicionales. Esta serie de misiones se produce en un momento crucial para la NASA, en medio de especulaciones sobre la posibilidad de que se reduzca o incluso cancele su programa Artemis en favor de priorizar la exploración de Marte, un objetivo clave tanto para el expresidente Donald Trump como para su asesor cercano, el fundador de SpaceX, Elon Musk.