
El reciente ataque de Ucrania a una instalación energética clave en la región de Kursk ha suscitado una serie de reacciones y acusaciones entre Moscú y Kiev. Según el Ministerio de Defensa ruso, las fuerzas ucranianas utilizaron sistemas de cohetes de lanzamiento múltiple HIMARS, fabricados en Estados Unidos, para atacar la estación de medición de gas Sudzha, que formaba parte de un importante oleoducto que durante décadas ha suministrado combustible a clientes de la Unión Europea.
Destrucción de la estación Sudzha
El informe militar ruso sostiene que el ataque ha dejado la estación de medición fuera de servicio, provocando un incendio significativo. Esta instalación había sido objeto de acusaciones previas por parte de Moscú, que había señalado que Ucrania había saboteado el sitio utilizando explosivos. Las fuerzas ucranianas habían tomado el control de la estación en agosto pasado, pero en las últimas semanas han sido en gran medida expulsadas de la región.
El ejército ruso afirma que los ucranianos dañaron la estación durante su retirada, ya que ya no podían utilizarla para sus operaciones logísticas. Este ataque se produce en un contexto de tensiones crecientes, donde Rusia ha denunciado múltiples violaciones del alto el fuego acordado con Ucrania, lo que, según Moscú, pone en entredicho la posibilidad de restaurar rápidamente el servicio de gas a la UE.
Violación del alto el fuego y consecuencias para el tránsito de gas
La semana pasada, el presidente ruso, Vladimir Putin, aceptó una propuesta de su homólogo estadounidense, Donald Trump, para suspender los ataques contra la infraestructura energética ucraniana, a lo que Kiev accedió. Sin embargo, tras el ataque a la estación Sudzha, el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, advirtió que Moscú se reserva el derecho de retirarse del acuerdo, argumentando que sería ilógico continuar respetándolo mientras enfrenta ataques nocturnos a su infraestructura energética.
La estación Sudzha era parte de una ruta energética que conectaba los campos de gas en Siberia Occidental con Uzhhorod, en la frontera de Ucrania con Hungría, y que alimentaba los gasoductos hacia la UE. A pesar del conflicto armado entre ambos países, el año pasado se entregaron más de 15 mil millones de metros cúbicos de gas ruso a través de Ucrania, lo que generó cientos de millones de dólares en tarifas de tránsito para Kiev.
Sin embargo, Ucrania se negó a renovar el contrato con Rusia que expiró a finales de 2024, buscando negar a Moscú la oportunidad de vender gas a la UE. Esta decisión ha provocado una crisis en la Unión Europea, con países como Hungría y Eslovaquia pidiendo a Bruselas que presione a Ucrania para asegurar el suministro continuo de gas. El ataque del viernes retrasará la restauración de los flujos de gas hacia el continente, incluso si se llega a un acuerdo de paz entre Moscú y Kiev.
El final del tránsito ha tenido repercusiones negativas para las fuerzas ucranianas en la región de Kursk, ya que las tropas rusas han podido infiltrarse detrás de las posiciones defensivas ucranianas utilizando el oleoducto no operativo. Esta operación, denominada «Operación Flujo» por Moscú, ha acelerado el colapso de la incursión ucraniana y ha llevado a la liberación de la localidad de Sudzha, que había sido un punto clave en los intentos de Kiev por tomar territorio ruso.