
Desde el lanzamiento del primer satélite, el Sputnik, por la Unión Soviética en 1957, la actividad espacial ha evolucionado significativamente. En marzo de 2025, más de 11,000 satélites orbitan la Tierra, y se estima que esta cifra podría alcanzar los 60,000 para el año 2030. Este crecimiento exponencial no solo refleja el avance tecnológico, sino también un cambio hacia la comercialización del espacio, lo que plantea nuevos desafíos en términos de seguridad y sostenibilidad.
Mariel Borowitz, profesora asociada en la Escuela de Asuntos Internacionales Sam Nunn y directora del recién inaugurado Centro de Política Espacial y Relaciones Internacionales, destaca que «la actividad espacial ha sido históricamente geopolítica, pero el auge de la actividad comercial ha cambiado el panorama». Este aumento en el número de actores en el espacio implica un incremento en la cantidad de desechos y un mayor riesgo de colisiones, lo que podría comprometer la seguridad de las operaciones espaciales.
La gestión de los desechos espaciales
Uno de los principales retos a los que se enfrentan los operadores de satélites es la creciente cantidad de basura espacial. Thomas González Roberts, investigador postdoctoral en la Nunn School, define los desechos espaciales como «objetos en órbita terrestre que ya no están bajo control activo». Esto incluye desde satélites que se han quedado sin combustible hasta fragmentos más pequeños que son difíciles de rastrear.
Según Roberts, aunque se pueden seguir objetos del tamaño de una pelota de softbol, los fragmentos más pequeños presentan un peligro significativo debido a su alta velocidad. «Estos pequeños trozos pueden destruir satélites, similar a cómo una bala puede herir a un ser humano», explica. Esta situación se agrava en la órbita baja terrestre (LEO), que es la más utilizada y donde la congestión es alarmante.
Roberts aboga por una mejor coordinación internacional y el desarrollo de políticas más efectivas para la operación espacial. «La forma en que los operadores controlan sus satélites es una cuestión de política espacial», afirma. Es crucial que, al finalizar una misión, los operadores se encarguen de limpiar su espacio, garantizando así la viabilidad a largo plazo de estas regiones orbitales.
La conciencia situacional espacial (SSA) es otra área crucial que implica el seguimiento de objetos en el espacio y la predicción de sus movimientos para identificar posibles colisiones. Actualmente, el sistema de SSA más avanzado es operado por el ejército de Estados Unidos, que proporciona advertencias de colisiones de forma gratuita a los operadores de naves espaciales en todo el mundo. Sin embargo, se está llevando a cabo un esfuerzo para trasladar esta misión a una agencia civil, la Oficina de Comercio Espacial (OSC), dada la creciente participación internacional y comercial en la actividad espacial.
Mariel Borowitz, quien ha testificado ante el Congreso sobre esta transición, trabaja en la OSC como responsable de Compromiso Internacional de SSA. Su labor busca asegurar que los avances académicos informen las políticas y operaciones del gobierno. Junto a Brian Gunter, profesor en la Escuela de Ingeniería Aeroespacial Daniel Guggenheim, han lanzado un proyecto conjunto para abordar la compleja cuestión de la coordinación del tráfico espacial, respaldado por una subvención de la NASA.
El modelo de simulación que han desarrollado, el Entorno Virtual de Análisis de Tráfico Espacial de Georgia Tech (VESTA), utiliza datos reales de sistemas de SSA para probar posibles reglas de coordinación del tráfico espacial. «Estamos intentando responder a la pregunta de si deberíamos tener reglas de derecho de paso en el espacio, similares a las que existen en la tierra y en el aire», señala Borowitz. Este enfoque permite evaluar diferentes escenarios de colisión y sus posibles implicaciones para países y empresas, así como las consecuencias de que algunos actores no sigan estas normas.
Los resultados de estas simulaciones son vitales para dar forma a acuerdos internacionales, proporcionando datos concretos sobre los costos y beneficios de enfoques unilaterales versus multilaterales en la gobernanza del espacio. A través de la colaboración entre la investigación de vanguardia y el trabajo en políticas, Borowitz, Roberts y sus colegas están contribuyendo a que el espacio siga siendo un recurso útil y seguro para todos.