
En un contexto donde la innovación y el progreso dependen de un trabajo en equipo eficaz, un nuevo estudio revela cómo el comportamiento sexista dentro de los grupos no solo perjudica a los individuos, sino que también socava la colaboración misma. Esta investigación, publicada en los Proceedings of the National Academy of Sciences, pone de manifiesto la necesidad urgente de crear entornos laborales más inclusivos y seguros para las mujeres.
Impacto del sexismo en la colaboración
Los investigadores descubrieron que la exposición a comentarios sexistas altera significativamente la manera en que las mujeres interactúan emocionalmente durante el trabajo en equipo, afectando un ingrediente clave para una colaboración exitosa: la sincronía emocional. Este concepto, que se refiere a la alineación temporal de expresiones faciales compartidas entre los miembros del equipo, es fundamental para mejorar la confianza, la coordinación y el rendimiento.
Sin embargo, el estudio indica que, bajo la amenaza del sexismo, esta sincronía se transforma de un motor de rendimiento a un mero mecanismo de defensa, destinado a fomentar la cohesión social. “El sexismo no solo daña a los individuos, sino que reconfigura activamente el funcionamiento de los equipos”, afirmó la profesora Ilanit Gordon, una de las autoras del estudio, desde la Universidad Bar-Ilan y el Centro de Estudios Infantiles de la Universidad de Yale.
El equipo de investigación, que incluyó a estudiantes de doctorado y académicos de diversas universidades, llevó a cabo su estudio con 177 parejas de mujeres que colaboraron en una tarea a través de videoconferencia. Las participantes fueron asignadas al azar a un grupo de control o a una condición de sexismo, donde recibieron comentarios sutiles pero ofensivos de un actor que simulaba ser el experimentador. A través de un software avanzado de reconocimiento facial, se monitorizaron las expresiones emocionales de cada participante durante la tarea.
Los resultados fueron contundentes: mientras que la sincronía emocional predecía un mejor rendimiento del equipo en la condición de control, no tuvo el mismo efecto cuando las participantes fueron expuestas al sexismo. De hecho, la sincronía aumentó en la condición de sexismo, lo que indica una mayor cohesión social, pero esto no se tradujo en mejores resultados de colaboración.
La profesora Gordon destacó que “nuestras conclusiones sugieren que, al estar bajo la amenaza del sexismo, la sincronía emocional se intensifica pero se redirige hacia la adaptación social, en lugar de hacia la colaboración productiva. Este cambio podría debilitar la capacidad o disposición de los equipos para centrarse en objetivos compartidos”.
Las implicaciones de este estudio son evidentes: crear entornos laborales donde las mujeres se sientan seguras no solo es una imperativa moral, sino también una necesidad estratégica. Los investigadores enfatizan que las políticas de tolerancia cero hacia el acoso sexual son fundamentales para mantener la integridad y la eficacia del trabajo en equipo. En un momento donde la equidad de género en el ámbito laboral se vuelve cada vez más una prioridad global, esta investigación ofrece una perspectiva valiosa sobre los desafíos que deben afrontarse para lograr un cambio real y duradero.