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El cierre de fronteras en Europa durante la COVID-19: un golpe temporal a la percepción de la inmigración y la UE

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mayo 07, 2025

El cierre repentino de las fronteras internas de Europa durante la crisis del COVID-19 no solo tuvo consecuencias prácticas, sino que también alteró la percepción de la inmigración y de la Unión Europea (UE) en la opinión pública. Una investigación reciente llevada a cabo por la Universidad de Ámsterdam, junto con socios internacionales, revela que estas medidas socavaron temporalmente la confianza en la UE y aumentaron la hostilidad hacia los inmigrantes, especialmente entre las personas que residían en regiones fronterizas.

En marzo de 2020, a medida que el COVID-19 se propagaba rápidamente, 18 países europeos decidieron cerrar sus fronteras. Este hecho impactó de manera significativa a quienes viven en zonas limítrofes, donde la interacción transfronteriza es habitual. La investigadora principal, Lisa Herbig, destaca que «el cierre de fronteras subrayó de forma abrupta la división entre ‘nosotros’ y ‘ellos’, entre los que están dentro y los que están fuera». Este cambio en la percepción tuvo repercusiones en la visión sobre la migración y la cooperación europea.

Impacto inmediato de las fronteras cerradas

Para analizar el efecto de los cierres fronterizos, los investigadores se centraron en Alemania, donde algunas regiones vieron cómo sus fronteras se cerraban mientras que otras permanecían abiertas. «Alemania representó un caso interesante porque permitía comparar las actitudes en regiones afectadas por los cierres y en aquellas que no, tanto antes como después de la implementación de las medidas», explica Herbig.

El equipo analizó datos detallados sobre los cierres fronterizos junto con resultados de encuestas del Panel Socioeconómico Alemán, un estudio representativo de la población que se realiza de forma regular. Se observó una tendencia clara: en la semana posterior al cierre de fronteras, las actitudes positivas hacia los inmigrantes disminuyeron drásticamente, al igual que el sentido de conexión con Europa. En las regiones fronterizas afectadas, se registró una disminución del 7.6% en la acogida hacia los refugiados y del 6.5% en el apego a la UE.

Sin embargo, sorprendentemente, estos efectos negativos no perduraron mucho en el tiempo. A las pocas semanas, las actitudes hacia los inmigrantes volvieron a sus niveles anteriores. Herbig señala que «las personas se sintieron inicialmente impactadas y vieron a los inmigrantes como una amenaza, pero esa reacción se desvaneció rápidamente». Asimismo, la percepción sobre Europa también se recuperó en un mes. Este retraso en la respuesta podría reflejar que los factores contextuales más amplios, como la erosión de la solidaridad europea y el colapso del intercambio transfronterizo, tardan más en ser asimilados que la sensación inmediata de amenaza proveniente del exterior.

A pesar de que los cambios en la actitud fueron relativamente pequeños y de corta duración, los investigadores consideran que son significativos. «Las opiniones políticas generalmente no cambian con tanta rapidez. Una caída del 6 al 8% en una semana es notable», añade Herbig. «Nuestro estudio se relaciona directamente con el debate político actual sobre los cierres fronterizos de Schengen en países como los Países Bajos y Alemania, y demuestra cómo tales medidas pueden tener efectos negativos no intencionados en la opinión pública y en el discurso político más amplio».

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