
En Sri Lanka, el cambio climático está teniendo un impacto devastador en la agricultura, especialmente en las zonas costeras donde la salinidad del suelo está amenazando los medios de vida de generaciones de agricultores. En respuesta a esta crisis, una unidad de élite de la policía, la Fuerza de Tarea Especial (STF), ha asumido una inusual misión: recuperar tierras agrícolas contaminadas por el agua salada.
Las tierras de cultivo, en particular los campos de arroz tradicionales, están siendo cada vez más invadidas por la sal, un problema que ha ido en aumento debido a los efectos del cambio climático. A dos horas en coche al sur de Colombo, en Katukurunda, un grupo de soldados de la STF se ha convertido en “comando-agricultores”, trabajando la tierra para cultivar variedades de frutas y verduras, así como palmas de coco, en terrenos que habían sido considerados inservibles desde hace cuatro décadas.
El sargento Sameera Dilshan, que lidera este equipo, destaca la importancia de esta iniciativa, lanzada en 2022 como parte de un esfuerzo del gobierno para mejorar la seguridad alimentaria. «Estamos cultivando aquí 360 árboles de coco, además de calabazas y pepinos», afirma Dilshan. «En dos años y medio, sabremos si nuestra labor ha sido exitosa».
Un sistema agrícola resiliente
El método utilizado, conocido como «sorjan», implica la reconfiguración de tierras propensas a inundaciones mediante la excavación de estanques donde se puede cultivar arroz o criar peces, junto con la plantación de árboles de coco más tolerantes a la sal. Este enfoque ha sido inspirado en técnicas agrícolas utilizadas en países como Tailandia e Indonesia.
Expertos como Buddhi Marambe, de la Universidad de Peradeniya, explican que este sistema de producción es eficiente y resistente al clima, optimizando el uso de la tierra y aumentando la rentabilidad de los agricultores. Sin embargo, la situación en Sri Lanka es crítica. Según un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el agua salada afecta al 10,7% de la superficie terrestre del planeta, lo que ha llevado a que muchas tierras se vuelvan incultivables.
La FAO advierte que el cambio climático, que provoca la sequedad del suelo y el aumento del nivel del mar, podría aumentar la proporción de tierras salinas del 24% al 32% para finales de este siglo. En Sri Lanka, se estima que 223,000 hectáreas, la mitad de las cuales son campos de arroz, ya están afectadas por la salinidad, representando casi el 8% de las tierras cultivables del país.
En la localidad de Parappuwa, situada al sur de la plantación piloto, la situación es desalentadora. «Todo está contaminado por la sal que sube durante la marea alta», comenta Gamini Piyal Wijesinghe, un exsoldado que ahora trabaja en el sector de la restauración. Muchos agricultores han abandonado el cultivo de arroz, optando por alternativas como la canela o el caucho, aunque estas no han logrado igualar sus ingresos anteriores.
Las autoridades locales están tratando de revertir esta tendencia ofreciendo terrenos abandonados a los agricultores para que los cultiven nuevamente, principalmente con palmas de coco. Janaka Gunawardana, jefe del distrito de Kalutara, ha señalado que ya se han asignado 400 hectáreas y se planea aumentar esta cifra a 1,000 en los próximos dos años, dadas las altas demandas de coco en el mercado.
Por otra parte, en Katukurunda, Aruna Priyankara Perera ha decidido replicar el proyecto de la STF en sus cinco acres de terreno. «La tierra es gratuita durante dos años, siempre que demuestres que está siendo cultivada», explica Perera. La preocupación por la producción de arroz, un alimento básico en Sri Lanka, es compartida por expertos y autoridades, quienes enfatizan la necesidad de tomar medidas urgentes para abordar la creciente salinidad de los suelos.
La situación es crítica: un estudio reciente ha descubierto que la mitad de los agricultores de arroz de la desembocadura del río Bentota han perdido toda su fuente de ingresos debido a la contaminación por agua salada. «Si no trabajamos juntos para recuperar las tierras afectadas por la sal, el futuro será sombrío», concluye Marambe, advirtiendo sobre el inminente riesgo para la seguridad alimentaria del país.