
En el contexto de un frágil alto el fuego, cientos de familias atrapadas entre las fronteras de India y Pakistán se enfrentan a un clima de miedo, incertidumbre y la amenaza de un desplazamiento forzado. La pintoresca valle de Pahalgam, en Cachemira, se convirtió el mes pasado en escenario de una de las peores masacres en la región, cuando un ataque terrorista dejó 26 muertos entre un grupo de turistas. Este suceso ha conmocionado las ya frágiles relaciones entre India y Pakistán, provocando una confrontación militar en cuestión de semanas.
Las consecuencias de este ataque se han sentido de inmediato entre miles de ciudadanos paquistaníes que residen en India. En un plazo de 48 horas, el gobierno indio anunció medidas drásticas, incluyendo la revocación de visados válidos para los paquistaníes y la orden de abandonar el país antes del 27 de abril. Desde esa fecha, todos los visados, excepto los diplomáticos, oficiales y de larga duración, han sido cancelados.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de India también aconsejó «fuertemente» a los ciudadanos indios evitar viajar a Pakistán y recomendó a aquellos que se encontraban en el país vecino regresar a India lo antes posible. Aunque no se ha determinado con precisión el número de personas que han tenido que abandonar ambos países debido a las tensiones recientes, se estima que se trata de cientos.
El costo humano de la geopolítica
Más allá de la retórica diplomática y de un enfrentamiento militar de cuatro días que sacudió la región, se ha desatado una crisis humanitaria en tiempo real. Cientos de ciudadanos paquistaníes se han dirigido al paso fronterizo de Attari, en Amritsar, para abandonar India lo antes posible. La historia de Naoamana Jarreen Farooqui ilustra esta difícil situación. Tras casarse hace tres décadas con Jameel Ahmad, originario del distrito de Bahraich en Uttar Pradesh, Naoamana ha vivido en India durante 30 años sin poder obtener la ciudadanía. «He solicitado la nacionalidad tres veces», relata, con la voz temblorosa. «Cada vez, los documentos fueron devueltos tras el mes de tramitación».
Actualmente, vive con un Visado de Larga Duración (LTV), que debe renovarse periódicamente. A pesar de que los nuevos procesos de ciudadanía introducidos por el gobierno del BJP permiten la solicitud en línea, los documentos cruciales siguen sin ser procesados. «¿A dónde iré ahora?», se pregunta. «Toda mi familia está aquí. Mis hijos y nietos son ciudadanos indios. Pakistán ya no es mi hogar».
La situación de Razia Khatoon, de 70 años, es igualmente desesperada. Nacida en Bahraich de padres indios, era ciudadana india hasta que se casó con un paquistaní. Tras divorciarse, regresó a India en 1978 y se casó nuevamente, pero su anterior renuncia a la ciudadanía india la deja atrapada en un limbo legal. Ahora viuda y sin hijos, Razia vive con su hermana y sobrevive gracias a trabajos ocasionales y a la caridad. Cuando se le informa sobre la posibilidad de ser obligada a regresar a Pakistán, solo puede responder con lágrimas: «No me queda nadie en Pakistán. India es el único hogar que conozco».
Las reglas indias estipulan que todos los titulares de visados de larga duración deben obtener un segundo permiso, conocido como visado de No Objeción para Regresar a India (NORI), para visitar su país de origen. Sin embargo, en los días posteriores al ataque, se han reportado casos de titulares de visados NORI que también han sido detenidos en la frontera, a la espera de aclaraciones.
El camino hacia la ciudadanía india para los nacionales paquistaníes está plagado de obstáculos burocráticos. Según las regulaciones actuales, deben residir de forma continua en India durante al menos siete años antes de poder solicitar la ciudadanía. Además, un funcionario indio de primer nivel debe certificar sus fotografías y firmas. Expertos legales indican que el proceso se ha vuelto más complicado desde la introducción de la Ley de Enmienda a la Ciudadanía (CAA) en 2019, que excluye específicamente a los musulmanes de sus disposiciones de ciudadanía acelerada.
El Director General de Policía de Uttar Pradesh, Prashant Kumar, en una entrevista exclusiva, afirmó: «Todos los residentes que cumplen con los criterios establecidos por el gobierno de India han sido solicitados a abandonar el estado y han acatado nuestras órdenes. Hay algunas personas que viven en el estado, pero su visado no se encuentra entre aquellos que han sido solicitados a irse».
Para personas como Naoamana y Razia, los cambios geopolíticos se traducen en crisis personales inmediatas. Sus experiencias reflejan las de miles que se encuentran atrapados entre dos naciones armadas nuclearmente, marcadas por décadas de desconfianza y hostilidad. En Bahraich, las autoridades locales han ofrecido una leve tranquilidad, señalando que los titulares de LTV aún no han recibido órdenes formales de deportación. Sin embargo, para muchos, la incertidumbre se ha convertido en una aflicción diaria.
“He pasado más años en India que en Pakistán”, dice Naoamana. “Mis hijos no conocen otro hogar. Si me obligan a irme, ¿a dónde iré? ¿Quién seré?”. Casi un mes después de que estallaran las tensiones, y con ambos países ahora observando un frágil alto el fuego, los ciudadanos paquistaníes que residen en India continúan lidiando con una profunda crisis de identidad y pertenencia. Se han convertido en víctimas involuntarias de un conflicto geopolítico que escapa a su control, atrapados en una lucha que no iniciaron ni moldearon. Mientras tanto, Cachemira vuelve a estar en el centro de una tormenta que amenaza con arrasar las vidas y sueños de miles, cuya única culpa fue nacer al lado equivocado de una frontera controvertida.