
La alarmante contaminación plástica en aves de Lord Howe Island
En una remota isla con forma de media luna, rodeada de un océano cristalino, habitan algunas de las aves más afectadas por la contaminación plástica en el mundo. En Lord Howe Island, ubicada a unos 600 kilómetros de la costa de Australia y con una población de apenas unos cientos de habitantes, se reproduce una gran cantidad de pardelas de Sable, aves marinas de plumaje marrón oscuro y alas largas. Investigadores del grupo de investigación oceánica Adrift Lab han estado monitoreando durante casi dos décadas la exposición de estas aves a la contaminación plástica. A pesar de que cada año se registran niveles crecientes de contaminación, este año se ha presentado un aumento alarmante, con un ejemplar de pardela encontrada con 778 fragmentos de plástico en su interior, superando el récord anterior de 403.
La situación es preocupante, ya que las aves marinas son vistas como indicadores de la salud oceánica. Su alarmante declive de un 70% en las últimas cinco décadas se atribuye a múltiples amenazas, incluyendo especies invasoras, la industria pesquera y el cambio climático. Sin embargo, la contaminación plástica es uno de los peligros más insidiosos, ya que sus efectos son difíciles de detectar. Richard Phillips, ecólogo de aves marinas del British Antarctic Survey, señala que la contaminación plástica tiene un impacto profundo y a menudo invisible en la salud de estas aves.
Los científicos de Adrift Lab han observado que la mayoría del plástico ingerido por las pardelas proviene de los alimentos que los padres les proporcionan, al confundir los fragmentos plásticos con la dieta habitual de peces y calamares. A pesar de que algunas aves pueden desechar lo que no pueden digerir, las pardelas suelen retener el plástico en su sistema, lo que puede causar problemas de salud graves, como obstrucciones intestinales o desnutrición. Este año, los investigadores documentaron problemas sistémicos en los ejemplares analizados, como cicatrices en los riñones y el corazón. La acumulación de este material no solo compromete la salud de las aves, sino que también podría estar contribuyendo a un daño cerebral similar al de la demencia en las crías. La creciente cantidad de plástico en los océanos, que se estima en 15 millones de toneladas anuales, plantea un desafío urgente para la conservación de la vida marina y la salud de nuestros ecosistemas.