
Un reciente estudio liderado por Giacomo Falchetta, investigador del Instituto de Análisis de Sistemas Aplicados (IIASA), ha puesto de manifiesto una alarmante disminución de la vegetación en las calles de las ciudades de todo el mundo. Este fenómeno, que plantea importantes interrogantes sobre la resiliencia urbana, la adaptación al clima y la equidad ambiental, ha sido documentado en un artículo publicado en la revista Environmental Research: Infrastructure and Sustainability.
La investigación ha desarrollado un novedoso método de código abierto que permite el monitoreo continuo y a gran escala de la vegetación urbana mediante el uso de imágenes satelitales y aprendizaje automático. Falchetta explica: «Nuestro objetivo era desarrollar un método para monitorear cuánta infraestructura verde existe a lo largo de las calles y cómo cambia con el tiempo». La importancia de la vegetación urbana es bien conocida: contribuye a la reducción del calor urbano, mejora la salud mental y puede absorber carbono. Sin embargo, hasta ahora, ha sido complicado rastrear estos cambios de manera global de forma consistente y oportuna.
Resultados del Estudio
El modelo de aprendizaje automático desarrollado estima el Índice de Vista Verde (GVI, por sus siglas en inglés), un indicador de cobertura de dosel derivado de fotografías etiquetadas a nivel de calle. Este modelo fue entrenado y validado utilizando datos de múltiples ciudades del mundo y se aplicó a 190 grandes áreas urbanas en 20 regiones globales.
Los hallazgos revelan que, en promedio, durante el período de ocho años analizado, la vegetación en las calles ha disminuido a nivel global entre un 0,3% y un 0,5% por año. Algunas regiones, especialmente en Asia y Oceanía, han experimentado descensos aún más pronunciados, con caídas medianas del GVI del 1,7% y 2,6% anuales, respectivamente. En contraste, las ciudades de Europa y América del Norte mostraron aumentos moderados de aproximadamente un 1% anualmente. En las ciudades de África y América Latina, los cambios fueron más pequeños y inconsistentes.
Ahmed Hammad, coautor del estudio, subraya que «no solo está disminuyendo la vegetación en muchos lugares, sino que también está distribuida de manera desigual. En muchas ciudades, el espacio verde es escaso donde vive la gente. Esta disparidad plantea serias cuestiones de equidad y acceso, especialmente a medida que las olas de calor y otros estresores climáticos se intensifican».
El modelo permite actualizaciones en tiempo real utilizando datos climáticos y de Sentinel-2, lo que proporciona una herramienta escalable para los planificadores urbanos y responsables de políticas, alineándose con los objetivos de desarrollo sostenible de la ONU relacionados con ciudades y comunidades sostenibles.
Además, los datos generados son de acceso público y pueden combinarse con otros indicadores clave del uso de recursos urbanos e impactos, como registros de temperatura local, demanda energética para la regulación térmica en edificios, y el impacto de eventos climáticos extremos en las personas y la infraestructura urbana.
Con el aumento de los extremos climáticos, los autores enfatizan que proteger y expandir la vegetación urbana debe convertirse en un componente fundamental de la planificación urbana sostenible. Falchetta concluye: «Nuestros resultados pueden apoyar políticas de ‘greening’ dirigidas. Con el aumento de los extremos climáticos, garantizar un acceso equitativo a los espacios verdes es más urgente que nunca. Nuestro trabajo puede ser un recurso valioso para que las ciudades tomen decisiones más informadas, justas y específicas en materia de vegetación urbana».