
El verano de 2024 se ha caracterizado por un tono verde slime, una época marcada por la irreverencia y la diversión desinhibida, que se extendió más allá de los clubes nocturnos. Sin embargo, también ha revelado una faceta de autoconciencia, melancolía y ansiedad sobre el futuro. El álbum Brat de Charli XCX ha encapsulado esta dualidad, combinando clásicos de club con reflexiones sobre la herencia cultural. En este contexto, incluso figuras políticas como Kamala Harris han sido identificadas como parte de esta tendencia de «verano Brat». Este fenómeno, aunque efímero, ha dejado una huella significativa en la cultura contemporánea.
A medida que se acerca el verano de 2025, la presión por encontrar un nombre que defina la próxima temporada se hace palpable. Anteriores veranos han sido etiquetados con nombres diversos que reflejan tendencias culturales, como el Tomato Girl Summer y el Barbie Summer, ambos del 2023. La nomenclatura de los veranos ha evolucionado, y ha llegado a convertirse en una expresión cultural relacionada con los momentos colectivos de la sociedad, impulsada en gran medida por el auge de las redes sociales y el fenómeno de los memes.
Charli XCX ha declarado el fin de la era Brat, lo que significa que no se puede revivir para el verano de 2025. Durante su actuación en Coachella, propuso una serie de 26 opciones para el próximo verano, que incluye nombres como Lorde Summer y Addison Rae Summer, lo que refleja la conexión entre la cultura pop y la identidad colectiva.
La necesidad moderna de nombrar nuestros veranos
Valerie Fridland, profesora de lingüística en la Universidad de Nevada, explica que la tendencia de nombrar los veranos es una forma rápida de referirse a momentos culturales compartidos. “Nombrar o asignar una etiqueta a algo fija esa experiencia compartida como algo relatable y fácilmente referenciable por otros”, señala. Este fenómeno de la nomenclatura no es solo un capricho social, sino que responde a una necesidad más profunda de expresión y conexión comunitaria.
El surgimiento de veranos como el de Brat o Hot Girl ha marcado un cambio en la manera en que se conceptualizan y viven estas temporadas. Según Alfred Goldberg, estratega de marca, el impacto de estas tendencias se ha visto amplificado por las redes sociales, donde cada individuo puede participar en la construcción de una narrativa estacional. Esto ha llevado a una diversificación de los nombres de verano, que ahora pueden variar según las preferencias y experiencias personales.
La presión por nombrar el verano también responde a un deseo de control y sentido de identidad en un mundo que a menudo se siente caótico. Weirong Li, estratega de comunicación de la Generación Z, señala que nombrar el verano permite a las personas, especialmente a las generaciones más jóvenes, participar en lo que se conoce como «autorretrato emocional». Las marcas también aprovechan este fenómeno, creando campañas que resuenan con el sentimiento de libertad y renovación que evoca la temporada estival.
La tendencia de nombrar los veranos no es completamente nueva, ya que se remonta a momentos históricos como el Summer of Love de 1967, que encapsuló un espíritu de cambio y protesta. Más recientemente, el personaje de George Costanza en Seinfeld popularizó la idea del «Summer of George», una alusión a un verano que prometía ser memorable pero que se vio empañado por las circunstancias.
A medida que nos acercamos al verano de 2025, la expectativa por el nombre que lo definirá se intensifica. La elección dependerá de las voces de los tastemakers culturales y su difusión a través de las plataformas digitales. Nombres como Joachim Trier Summer o Sardine Girl Summer están en juego, reflejando la continua evolución de la cultura popular y el deseo colectivo de dar forma a nuestras experiencias estacionales.