
Las ostras, a menudo consideradas un simple manjar, pueden desempeñar un papel crucial en la lucha contra la degradación ambiental. Así lo demuestra Kimberly Price, una mujer de 53 años que se dedica a la jardinería de ostras en su hogar en Maryland, Estados Unidos. Su labor no solo busca repoblar esta especie, sino que también contribuye a la limpieza de las aguas del Chesapeake Bay, un ecosistema vital que enfrenta serios desafíos ecológicos.
Price es una «jardinera de ostras» que cuida miles de estos moluscos hasta que alcanzan la edad adecuada para ser plantados en la bahía. Las ostras adultas pueden filtrar hasta 190 litros de agua al día, mejorando así la calidad del hábitat y favoreciendo la vida vegetal y animal. Este proceso no solo ayuda al ecosistema local, sino que también tiene el potencial de capturar dióxido de carbono, contribuyendo a mitigar los efectos del cambio climático.
Sin embargo, la población de ostras nativas en el Chesapeake ha sufrido un drástico descenso; solo queda el uno por ciento de la población que existía antes de 1880 debido a la contaminación, enfermedades y la sobreexplotación. Ante este panorama, la labor de voluntarios como Price se vuelve esencial en los esfuerzos de restauración liderados por la Chesapeake Bay Foundation (CBF).
El compromiso de los voluntarios
A lo largo de aproximadamente nueve meses, los voluntarios mantienen a los jóvenes ostras en jaulas en sus muelles, brindándoles las mejores condiciones para alcanzar la adultez. Una vez listas, estas ostras son devueltas a la CBF para ser plantadas en arrecifes de santuario donde la pesca de moluscos está prohibida.
Durante una reciente visita, Price estaba preparando a sus ostras para el regreso al mar, una tarea que implica limpiar sus jaulas cada dos semanas para asegurar que los organismos que podrían restringir el oxígeno sean eliminados. Su esfuerzo se traduce en un total de 7,500 ostras que finalmente serán devueltas al agua, un número que celebra con orgullo.
La CBF tiene como objetivo plantar 10 mil millones de nuevas ostras en la bahía para finales de 2025. Hasta la fecha, se han plantado 6.7 mil millones, lo que muestra que la población de ostras está «tendiendo en una dirección positiva», según Kellie Fiala, experta en ostras de la organización. No obstante, el camino es largo y se enfrentan a desafíos significativos, como la falta de sustrato adecuado en el fondo marino, lo que limita el crecimiento de nuevas ostras.
Para hacer frente a esta problemática, la CBF promueve la creación de «bolas de arrecife», bloques de hormigón que pueden servir como hábitats artificiales para estos moluscos. Esta iniciativa, al igual que la jardinería de ostras, fomenta la participación de la comunidad, involucrando a personas de todas las edades en la restauración de este ecosistema esencial.