
En la ciudad de Barcelona, un grupo de turistas disfrutaba de sus bebidas en una terraza al aire libre cuando una mujer, armada con una pistola de agua de plástico, les roció con un chorro de agua. Este acto, que puede parecer trivial, se enmarca dentro de un fenómeno creciente de protestas contra el turismo en España, donde muchos residentes sienten que el aumento desmedido de visitantes está transformando sus barrios de manera negativa.
El agua como símbolo de descontento
La tendencia de utilizar pistolas de agua como herramienta de protesta comenzó en julio del año pasado, cuando un grupo activista de izquierda, conocido como la Asamblea Vecinal por la Degrowth del Turismo, organizó su primera manifestación en Barcelona. En un intento por combatir el calor, algunos asistentes llevaron pistolas de agua para refrescarse, pero lo que comenzó como un gesto lúdico pronto se convirtió en un símbolo de la resistencia contra el turismo masivo.
Las imágenes de este acto se hicieron virales, dando visibilidad a la causa anti-turística. Desde entonces, los manifestantes han utilizado este objeto para dirigir su frustración hacia los turistas. En abril, por ejemplo, el mismo grupo detuvo un autobús turístico en la capital catalana, llevando su mensaje a un público más amplio.
Durante una reciente protesta, alrededor de mil personas marcharon desde una exclusiva avenida comercial, popular entre los turistas adinerados, hasta los alrededores de la famosa Sagrada Familia. Los manifestantes, en su mayoría, llevaban pistolas de agua y lanzaban consignas como “¡Un turista más, un residente menos!” mientras dejaban pegatinas en puertas de hoteles y mesas de cafeterías con el mensaje: “¡Turista, vete a casa!”
A pesar de la atención mediática, los manifestantes con pistolas de agua representaron una minoría en la marcha. Muchos de ellos disparaban al aire o entre ellos, mientras que algunos simplemente llevaban el artilugio como un gesto simbólico, sin intención de causar daño. Un padre, incluso, portaba a su bebé en un arnés con una pistola de agua en la mano.
Por otro lado, muchos barceloneses continúan apoyando el turismo, que es un pilar fundamental de la economía local. Fuera de las manifestaciones, la mayoría de los residentes no utilizan pistolas de agua ni expresan su descontento de manera tan visible.
Los participantes en estas protestas argumentan que el uso de la pistola de agua es una forma de expresar su frustración ante la transformación de sus barrios en parques temáticos para turistas. Lourdes Sánchez, una de las manifestantes, afirmó que el gesto no busca hacer daño, sino enviar un mensaje claro sobre el impacto negativo que el turismo tiene en su vida cotidiana.
A pesar de las tensiones que pueden surgir, algunos turistas han reaccionado con humor ante el ataque de agua, viéndolo como una forma refrescante de lidiar con el calor. Sin embargo, otros, como la taiwanesa Nora Tsai, expresaron su incomodidad y tristeza al ser parte de un acto que, aunque simbólico, puede resultar intimidante.
Las manifestaciones en Barcelona reflejan un creciente malestar social hacia el turismo masivo y su impacto en la calidad de vida de los residentes. Aunque las pistolas de agua son un método poco convencional de protesta, su uso ha captado la atención tanto de medios como de las autoridades, planteando preguntas sobre el futuro del turismo en una de las ciudades más visitadas de Europa.