Las ballenas francas australes, que estuvieron a punto de extinguirse, han vuelto a nadar en mayor número frente a las costas de la Patagonia argentina, atrayendo a un creciente número de turistas que buscan presenciar su acrobacia. Esta recuperación es un testimonio de los esfuerzos de conservación en la región, particularmente en la Península Valdés, situada en la provincia de Chubut, que es fundamental para la conservación de mamíferos marinos y alberga una población clave de esta especie en peligro de extinción.
La historia de la ballena franca austral es una de casi exterminio. Hasta el siglo pasado, la caza comercial la llevó de una población estimada de 100,000 ejemplares a apenas 600. No obstante, desde entonces, la especie ha ido recuperándose lentamente y se calcula que actualmente hay alrededor de 4,700 ballenas en la zona de la Península Valdés.
Una temporada de avistamiento histórica
La temporada de avistamiento de ballenas en Argentina alcanza su punto máximo entre agosto y septiembre. Este año, se han avistado más de 2,000 ballenas, aunque los científicos estiman que el número real podría ser aún mayor. Tino Ventz, un turista alemán, compartió su asombro tras su visita a la península: «He visto ballenas en Canadá y California, pero esto fue lo mejor y probablemente el mayor número de ballenas que he visto en mi vida».
Los turistas pueden optar por observar a las ballenas desde barcos, donde el espectáculo de sus saltos acrobáticos se magnifica con el viento del sur, o desde la playa, como lo hizo Agustina Guidolín, quien cumplió su sueño de presenciar «la inmensidad que roza lo mágico y lo salvaje» en el Parque El Doradillo, un área natural protegida donde las ballenas dan a luz muy cerca de la costa.
La migración de las ballenas se extiende a lo largo de la costa este de Uruguay y del sur de Brasil, lo que hace de esta región un punto clave en su ciclo de vida. Santiago Fernández, biólogo del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina, ha participado en un proyecto que desde 1999 realiza censos aéreos a lo largo de 640 kilómetros de la costa patagónica. Este año, se registraron 2,100 ballenas, de las cuales 863 eran madres con crías.
Fernández advierte que el censo puede subestimar la población real, ya que las ballenas se desplazan constantemente durante sus migraciones. En 1999, el censo registró alrededor de 500 ballenas, y actualmente se observa un crecimiento anual del 3% en la población.
Además, un proyecto llamado «Siguiendo a las Ballenas», que involucra a diversas organizaciones nacionales e internacionales, utiliza telemetría satelital para rastrear a ballenas individuales en el Golfo San Matías y el Golfo San Jorge, con el objetivo de entender mejor sus rutas migratorias. Los hallazgos indican que las crías son llevadas por sus madres a zonas más profundas, las cuales no son contabilizadas en los censos aéreos.
El aumento de la población ha llevado a una dispersión, especialmente de jóvenes y madres que ya han parido, hacia los golfos San Matías y San Jorge, e incluso hasta la costa de la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, este crecimiento también implica riesgos, ya que se acercan más a las actividades humanas, como las redes de pesca y las hélices de embarcaciones, lo que ha resultado en lesiones en ballenas que no logran regresar a la Antártida al final de su ciclo migratorio.
