La inteligencia artificial y la ilusión de la autoría
Desde el lanzamiento de ChatGPT y la inteligencia artificial generativa a finales de 2022, los medios de comunicación han incrementado el uso de frases que atribuyen a la IA capacidades similares a las humanas, como «la IA ha descubierto» o «la IA ha creado». Esta tendencia puede llevar a una peligrosa ilusión: ver en la inteligencia artificial no solo un instrumento, sino una entidad con conciencia y responsabilidad. Cada octubre, cuando se anuncian los ganadores de los Premios Nobel, resurgen voces que se preguntan cuándo se reconocerá a una inteligencia artificial con un galardón. Sin embargo, esta idea, aunque provocadora, encierra un error filosófico y moral significativo. Una inteligencia artificial no es una persona, no tiene agencia moral y, por lo tanto, no puede asumir la responsabilidad por sus acciones.
La distinción entre el poder instrumental de la IA y la responsabilidad intelectual de los seres humanos es crucial. Por ejemplo, el sistema AlphaFold, desarrollado por DeepMind, ha revolucionado la biología molecular al predecir la estructura de las proteínas. A pesar de su impacto en el campo, el Premio Nobel de Química de 2024 no fue otorgado a AlphaFold, sino a los científicos que desarrollaron los principios fundamentales que hicieron posible su funcionamiento. Esta decisión del comité Nobel no solo se basó en el sentido común, sino también en un sentido moral, reconociendo que la creación y reconocimiento en ciencia requieren rendir cuentas por los métodos y decisiones que se toman.
Confundir la capacidad de la IA con la verdadera inteligencia humana es un signo de nuestros tiempos. La fascinación por la IA puede reflejar un cansancio colectivo ante la carga de la responsabilidad moral. Al delegar decisiones importantes en algoritmos, no solo buscamos eficiencia, sino también liberarnos del peso de la responsabilidad. Premiar a una IA significaría abdicar de la autoría humana y convertir la inteligencia en una función automática, carente de juicio y experiencia. La ciencia, en su esencia, es un ejercicio de duda y responsabilidad, valores que los Premios Nobel buscan celebrar. En este sentido, otorgar un Nobel a una IA no sería un triunfo de la ciencia, sino una confusión entre el instrumento y el autor, que podría llevar a una disminución de la razón y del entendimiento humano.
