
El 14 de marzo de 2004, España se preparaba para celebrar sus novenas elecciones generales desde la transición democrática. Sin embargo, estos comicios quedaron marcados por los trágicos atentados del 11 de marzo, que dejaron un saldo de 192 víctimas mortales y más de 1.700 heridos en Madrid. A pesar de que las encuestas semanas antes posicionaban al Partido Popular como el favorito, la realidad de la tragedia sobrepasó cualquier previsión política. La gestión de la información por parte del Gobierno, que inicialmente apuntó a la banda terrorista ETA como responsable, generó confusión y desconfianza entre los ciudadanos, especialmente ante las informaciones que apuntaban a la implicación de Al-Qaeda.
Los candidatos y la campaña electoral
El escenario político previo a las elecciones mostraba un Partido Popular con Mariano Rajoy como candidato a la presidencia, tras la decisión de José María Aznar de no presentarse a la reelección. Por su parte, el PSOE, que venía de sufrir dos derrotas consecutivas, optó por presentar a José Luis Rodríguez Zapatero, un líder que prometió realizar una «oposición útil» y renovada, buscando distanciarse de los escándalos de corrupción que habían marcado la gestión de Felipe González. Con el lema «Juntos vamos por más», el PP buscaba mantener su apoyo mientras que el PSOE optó por «Merecemos una España mejor» y el conocido «ZP: Zapatero Presidente», que reflejaba la cercanía del candidato con los ciudadanos.
Sin embargo, el clima electoral se tornó sombrío tras los atentados del 11 de marzo. La decisión del Gobierno de no suspender las elecciones, a pesar del shock social y las manifestaciones masivas que exigían una respuesta clara y veraz, influyó en el ánimo del electorado. Durante la jornada de reflexión previa a los comicios, el portavoz del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, proclamó que «los españoles se merecen un Gobierno que no mienta», un mensaje que resonó con fuerza en un contexto de desconfianza. Finalmente, el recuento electoral del 14 de marzo resultó en una victoria sorpresiva para el PSOE, que obtuvo el 42,59% de los votos y 164 escaños, marcando un cambio significativo en la política española y un giro en la percepción ciudadana hacia la gestión del Partido Popular.