
El Banco de Inglaterra (BoE) se prepara para mantener las tasas de interés en su próxima reunión, programada para el jueves, en un contexto económico adverso tanto a nivel nacional como internacional. Con una tasa de interés de referencia situada en el 4,5%, las expectativas apuntan a que el banco optará por una postura cautelosa, especialmente ante la incertidumbre generada por las políticas comerciales del ex presidente Donald Trump y el inicio de una posible guerra comercial global que podría impactar en la inflación del Reino Unido.
La economía británica muestra señales de estancamiento, a medida que los datos de crecimiento mensual revelan un rendimiento anémico. Esta reunión se produce pocos días antes de que entren en vigor los cambios fiscales del gobierno británico, que han sido recibidos con descontento por parte de los empresarios, quienes advierten que el aumento de la carga impositiva podría afectar negativamente el crecimiento, la inversión y el empleo.
En su última reunión, el BoE ya había advertido sobre la necesidad de proceder con cuidado, al rebajar su previsión de crecimiento para 2025 y prever un aumento temporal de la inflación al 3,7%, superando el objetivo del 2%. Esta presión inflacionaria se atribuye en gran medida al incremento de los precios de la energía, un factor que ha escalado en la agenda de preocupación del banco central.
Divergencias en el comité
En febrero, la mayoría de los miembros del comité de política monetaria, compuesto por nueve miembros, se pronunció a favor de un recorte, aunque se registró una notable división en las votaciones. Dos miembros, entre ellos la conocida «halcón» Catherine Mann, abogaron por un recorte más significativo de 50 puntos básicos. Esta división entre los responsables de la política monetaria sugiere que el BoE enfrenta un dilema complejo en un entorno de crecimiento salarial e inflación persistente.
El gobernador del BoE, Andrew Bailey, ha expresado previamente que los aranceles propuestos por Trump suponen una amenaza considerable para la economía británica. En este sentido, el impacto de estas políticas comerciales podría llevar a una reducción del poder adquisitivo de los ciudadanos británicos, un aspecto que se suma a las preocupaciones económicas actuales.
En los días previos a la reunión del BoE, el ministro de finanzas del Reino Unido, Rachel Reeves, se encuentra bajo presión para ajustar el gasto público y considerar aumentos fiscales adicionales. Las propuestas para recortar gastos en prestaciones sociales, aunque controvertidas, están sobre la mesa y podrían ser necesarias para hacer frente a un aumento en los costos de endeudamiento, con los rendimientos de la deuda británica en ascenso.
El próximo 26 de marzo, Reeves presentará su «Declaración de Primavera», en la que se espera que el organismo independiente de previsión económica, la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (OBR), revise a la baja sus pronósticos económicos, lo que podría forzar a la ministra a enmendar sus planes de política. La OBR ha advertido que, sin recortes de gastos o aumentos fiscales, el gobierno podría incumplir su objetivo fiscal de financiar el gasto diario exclusivamente con ingresos tributarios para 2029-30.