
En medio del debate sobre el uso de terrenos agrícolas para la producción de cultivos o la instalación de paneles solares, un nuevo estudio de la Universidad Estatal de Michigan sugiere que es posible combinar ambas actividades de manera beneficiosa.
La investigación y sus hallazgos
Jake Stid, estudiante de posgrado en el Laboratorio de Hidrogeología del College of Natural Science, analizó imágenes aéreas y datos de teledetección para evaluar cómo se han utilizado los campos en California durante los últimos 25 años. A través de bases de datos que estiman ingresos y costos, Stid descubrió que los agricultores que utilizaban un pequeño porcentaje de su tierra para paneles solares lograban una mayor seguridad financiera por acre que aquellos que no lo hacían.
Su investigación, publicada en Nature Sustainability, ofrece un nuevo enfoque para la solvencia de los agricultores que enfrentan dificultades económicas. En lugar de convertir campos enteros en instalaciones solares, Stid espera que este estudio motive a los agricultores a continuar produciendo cultivos, eligiendo estratégicamente colocar paneles en áreas menos productivas.
Stid señala que «la conversación no debería centrarse únicamente en la dicotomía solar o agricultura, sino en cómo ambas pueden coexistir». Este enfoque colaborativo podría ser clave para resolver los conflictos entre la producción de alimentos y la generación de energía.
La elección de California como foco de estudio no es casual. El estado alberga algunas de las tierras agrícolas más valiosas y productivas de Estados Unidos y es líder en la producción e instalación de energía solar. Con el cambio climático y fenómenos meteorológicos extremos amenazando la seguridad alimentaria, el uso de energías renovables como la solar se vuelve cada vez más pertinente.
Ante esta realidad, algunos agricultores han adoptado el método de colocación conjunta, que consiste en instalar paneles solares junto a cultivos para maximizar la producción del terreno. Stid se propuso investigar cómo estas instalaciones conjuntas impactan la rentabilidad de los agricultores en comparación con aquellas donde se convierten campos enteros en granjas solares.
Utilizando datos anteriores sobre la huella solar en California, Stid y su equipo calcularon que aproximadamente 86,000 personas podrían haberse alimentado con las tierras que ahora ocupan paneles solares. A través de estudios de costos de cultivos, precios anuales de productos agrícolas y otros datos, modelaron la producción de electricidad solar para estimar cuánto de los costos de un agricultor podría compensarse vendiendo energía a la red.
Los resultados confirmaron su hipótesis: los agricultores que utilizaban unas pocas acres para paneles solares lograban una mayor estabilidad financiera. Gastaron menos en fertilizantes, agua y suministros agrícolas, y los ingresos generados por la venta de energía compensaban la disminución en la producción de cultivos. Además, se prevé que ahorren agua al reducir la necesidad de riego, algo crucial en una región con escasez de este recurso.
Stid concluye que las instalaciones solares pueden ser parte de un sistema alimentario sostenible si se colocan de manera deliberada. «Hay argumentos que sugieren que eso podría crear un paisaje más resiliente», afirma. «Se distribuyen más beneficios entre más personas, lo que consideramos impactante».