
Nuevos Descubrimientos de la Misión Juno en Júpiter
La misión Juno de la NASA ha proporcionado una avalancha de nuevos descubrimientos sobre Júpiter, revelando detalles fascinantes sobre su atmósfera y sus lunas. Desde su llegada al sistema jupiteriano en 2016, la sonda ha estado en una órbita polar amplia que le permite acercarse al gigante gaseoso y a sus lunas cada 53 días, logrando recopilar datos de alta calidad sobre la atmósfera de Júpiter, especialmente en sus regiones polares. Entre los hallazgos más destacados se encuentra un cap de neblina estratosférica en el polo norte de Júpiter, que presenta temperaturas 11 grados Celsius más frías que su entorno, y una serie de potentes corrientes en chorro que superan los 161 kilómetros por hora.
En la región polar norte, Juno ha identificado un ciclón central de aproximadamente 3,000 kilómetros de diámetro, acompañado por ocho ciclones más pequeños. Este fenómeno meteorológico es notablemente más grande que cualquier ciclón que se pueda observar en la Tierra. Juno ha estado estudiando estos ciclones utilizando sus instrumentos JunoCam y el Mapeador de Aurora Infrarroja Joviana (JIRAM), que han permitido observar cómo estas tormentas se desplazan hacia el polo a través de un proceso conocido como «beta drift». Este fenómeno, que también se observa en la Tierra, implica la interacción de la fuerza de Coriolis con los patrones del viento de cada ciclón, aunque las dinámicas atmosféricas en Júpiter permiten que estos ciclones se mantengan activos en las proximidades del polo.
Paralelamente, Juno ha estado realizando sobrevuelo de Ío, la luna más volcánica del sistema solar. Durante uno de estos encuentros, la sonda detectó la erupción volcánica más energética jamás registrada en Ío. A través de la combinación de datos recogidos por el Mapeador de Radiación Microondas (MWR) y JIRAM, los científicos han logrado medir la temperatura subterránea de Ío, revelando flujos de magma que permanecen calientes bajo la superficie. Estos hallazgos sugieren que aproximadamente el 10% del subsuelo de Ío contiene estos flujos de magma, lo que proporciona información valiosa sobre cómo se transporta el calor desde el interior del satélite hacia su superficie, permitiendo que sus volcanes se mantengan activos y en constante actividad.