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La crisis del agua: nuevos contaminantes agravan la escasez en países en desarrollo

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junio 09, 2025

A medida que la población mundial crece y la urbanización y la actividad agroindustrial se intensifican, la demanda de agua dulce se prevé que aumente en un 55% para el 2050. Este incremento impactará de manera significativa un escenario ya caracterizado por recursos hídricos escasos y desigualmente distribuidos, la privatización de un bien público esencial y el deterioro de la calidad del agua, especialmente en los países en desarrollo.

La migración forzada, las tensiones sociales y los conflictos militares provocados por la escasez de agua agravan aún más esta situación, que ya no es un escenario futurista, sino una realidad presente. Entre 1970 y 2000, se registró un aumento del 10% en la migración global relacionada con la escasez de agua. Según un informe de 2024 de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), 2.2 mil millones de personas carecían de acceso a agua potable gestionada de manera segura en ese año. Desde 2022, aproximadamente la mitad de la población mundial ha experimentado una escasez severa de agua durante al menos parte del año, y una cuarta parte ha enfrentado niveles de estrés hídrico «extremadamente altos».

Contaminantes emergentes en países en desarrollo

En este contexto, la revista Frontiers in Water publicó un dossier titulado «Contaminantes emergentes en países en desarrollo: detección, monitoreo e impacto de xenobióticos», que reúne cinco artículos sobre el tema. Geonildo Rodrigo Disner, investigador del Instituto Butantan en São Paulo, Brasil, y coeditor del dossier, destaca la creciente preocupación por la presencia de contaminantes emergentes en el agua dulce de estos países.

«Además de los contaminantes convencionales, como los coliformes fecales, que están vinculados a bajos niveles de tratamiento de aguas residuales, el agua dulce en países en desarrollo se ve cada vez más afectada por una nueva categoría de contaminantes: los contaminantes emergentes. Estos incluyen pesticidas agrícolas, aditivos de combustible, plastificantes, medicamentos (como antibióticos y analgésicos) y productos de higiene y cosmética», señala Disner.

Aunque no son necesariamente nuevos, estos compuestos han sido detectados en concentraciones y entornos que previamente no se habían documentado, generando una creciente inquietud. Se han encontrado herbicidas como el diurón, el glifosato, el atrazina y el 2,4-D en niveles preocupantes, que no son eliminados por los métodos convencionales de tratamiento de agua, lo que provoca su acumulación en los ecosistemas acuáticos y efectos tóxicos, incluso en concentraciones extremadamente bajas.

La exposición a estos contaminantes es generalmente crónica, continua y silenciosa. Muchos de ellos actúan como disruptores endocrinos, afectando la reproducción y el desarrollo de los organismos, con efectos que pueden extenderse a la salud humana. Disner enfatiza que todo termina en el agua, que es el último repositorio de la mayoría de los contaminantes, incluidos aquellos liberados en el suelo o el aire, transportando incluso contaminantes a regiones donde nunca han sido utilizados.

A pesar de los riesgos, la mayoría de los contaminantes emergentes aún no se monitorean ni regulan de manera regular. En la ciudad de São Paulo, por ejemplo, se detectaron todos los 27 pesticidas analizados por el Sistema de Información de Vigilancia de la Calidad del Agua (SISAGUA) en el agua monitoreada. Esto pone de manifiesto las limitaciones del tratamiento de agua en una región con una gran presión sobre los recursos hídricos.

Los artículos del dossier abordan los desafíos y avances recientes en la identificación, monitoreo y evaluación del impacto de contaminantes emergentes en países de ingresos bajos y medios. Un estudio realizado por investigadores de Sri Lanka investiga la presencia de metales pesados en aguas subterráneas y arroz cultivado localmente, vinculando la exposición a una alta incidencia de enfermedades renales crónicas.

Otro estudio de Bangladesh analizó la calidad del agua embotellada comercialmente, revelando contaminación por arsénico y microorganismos patógenos. Un estudio de Brasil, llevado a cabo por investigadores de la Universidad Estatal de São Paulo (UNESP), evalúa los efectos tóxicos del diurón y sus metabolitos en el pez cebra, un modelo animal utilizado en estudios ecotoxicológicos.

Además de los contaminantes, Disner resalta una cuestión estructural más amplia: el acceso desigual al agua y los efectos visibles del cambio climático. «Las inundaciones importantes, como las que recientemente vimos en el estado de Rio Grande do Sul, comprometen la estructura para la recolección y distribución de agua potable. Por otro lado, hay regiones que enfrentan sequías severas. Entre 2002 y 2021, las sequías afectaron a más de 1.4 mil millones de personas», afirma Disner.

La disputa por el agua ya es una realidad en algunas partes del mundo y es probable que se intensifique en las próximas décadas. Según un informe de la UNESCO, aproximadamente el 40% de la población mundial vive en cuencas fluviales y lagos transfronterizos, pero solo una quinta parte de los países tienen acuerdos transfronterizos para gestionar estos recursos de manera equitativa. Muchas de estas cuencas transfronterizas se encuentran en regiones caracterizadas por tensiones internacionales actuales o históricas.

«El agua se está convirtiendo en un recurso geoestratégico. Y la privatización de las fuentes de agua podría transformar este bien en una moneda de control y poder. Estamos acostumbrados a hablar de la disputa por el petróleo, pero la disputa por el agua podría ser aún más feroz. El agua debe ser tratada como un derecho. No se trata solo de acceso, sino también de calidad. Garantizar agua potable de calidad para la población es un deber del Estado», concluye Disner.

Los autores del dossier enfatizan que prevenir la entrada de contaminantes en los ecosistemas acuáticos es esencial, lo que podría lograrse mediante la prevención en la fuente, el principio de precaución y la remediación de áreas contaminadas. También abogan por la creación de marcos regulatorios y programas de monitoreo específicamente dirigidos a contaminantes emergentes, con el objetivo de proteger la salud humana y ambiental, contribuyendo así a alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible globales de las Naciones Unidas.

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