Un tribunal de Ámsterdam ha condenado a cinco aficionados al fútbol por su participación en los ataques a ciudadanos israelíes tras un partido disputado el pasado 7 de noviembre entre el Ajax y el Maccabi Tel Aviv. Estos incidentes han sido calificados por funcionarios israelíes como un pogromo, en un contexto marcado por un aumento de la tensión y el antisemitismo, exacerbados por el conflicto en Gaza.
Los disturbios se produjeron en medio de un clima de creciente hostilidad hacia Israel, que ha sido alimentado por la guerra en la región. Durante los enfrentamientos, algunos de los atacantes portaban banderas palestinas y proferían consignas antisemitas, lo que ha generado una fuerte condena tanto a nivel local como internacional.
Sentencias y reacciones
El tribunal ha impuesto penas de entre uno y seis meses de prisión a cuatro de los condenados, mientras que el quinto recibió una sentencia de 100 horas de trabajo comunitario. A pesar de que se presentaron pruebas en video que documentaban los ataques contra los aficionados del Maccabi, el tribunal también observó que los seguidores israelíes participaron en actos de vandalismo, como la destrucción de banderas palestinas y la vandalización de vehículos.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha calificado los ataques como un «horrendo incidente antisemita», mientras que el presidente Isaac Herzog los ha descrito como un «pogromo antisemita». Por su parte, la alcaldesa de Ámsterdam, Femke Halsema, ha atribuido el origen de los disturbios a «una mezcla tóxica de antisemitismo, hooliganismo futbolístico y la ira por la guerra en Palestina e Israel y otras partes del Medio Oriente». Sin embargo, Halsema ha matizado posteriormente sus declaraciones, expresando su arrepentimiento por el uso del término «pogromo», argumentando que se ha convertido en un término político que se utiliza para discriminar a los musulmanes en los Países Bajos.
Este episodio resalta la complejidad de las tensiones sociales en Europa, donde el deporte y la política a menudo se entrelazan, generando un caldo de cultivo para la violencia y la intolerancia. La situación en los Países Bajos refleja un fenómeno más amplio que afecta a varias naciones europeas, donde el aumento del extremismo y el antisemitismo han llevado a un clima de inseguridad y división.