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El deshielo del permafrost ártico: un peligroso ciclo de emisiones de carbono

In Sin categoría
enero 18, 2025

El calentamiento en el Ártico avanza a un ritmo alarmante debido al cambio climático, lo que conlleva consecuencias graves para el medio ambiente global. En esta región, el permafrost, que almacena el doble de carbono que la atmósfera, está comenzando a descongelarse. Investigadores utilizan modelos climáticos cada vez más detallados para comprender las implicaciones de este fenómeno y los sorprendentes efectos que se deben tener en cuenta.

El legado del permafrost y su evolución

El permafrost, o suelo permanentemente congelado, es un vestigio de las últimas glaciaciones. Su temperatura se mantiene por debajo de cero durante al menos dos años consecutivos y se encuentra mayormente en el hemisferio norte, cubriendo aproximadamente una cuarta parte de la superficie terrestre en áreas principalmente al norte del Círculo Polar Ártico. En Siberia, por ejemplo, puede alcanzar profundidades de hasta 1500 metros.

En la parte superior del permafrost se encuentra la llamada capa activa, que se descongela en verano, permitiendo el crecimiento de vegetación como praderas, bosques y humedales. Sin embargo, a medida que el Ártico se calienta, el permafrost está comenzando a descongelarse en capas más profundas, lo que provoca subsidencia y erosión del suelo. Esto ha resultado en la desaparición de lagos y la formación de nuevos estanques, un fenómeno conocido como termokarst.

La descongelación del permafrost no solo transforma el paisaje ártico, sino que también influye en el clima global. Este suelo almacena enormes cantidades de carbono en forma de materia orgánica muerta, cuya descomposición se ve frenada por las bajas temperaturas. Con el deshielo, microorganismos descomponen este material, liberando gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono (CO2) y el metano, este último con un potencial de calentamiento 28 veces superior al del CO2 a lo largo de un siglo.

Implicaciones y desafíos para el clima global

Los investigadores se enfrentan a la compleja cuestión de cómo el Ártico reaccionará ante el aumento de temperaturas y si liberará sus grandes depósitos de carbono. Los modelos climáticos actuales sugieren que el futuro del Ártico podría oscilar entre condiciones más húmedas o más secas. En suelos secos, los microorganismos producen CO2, mientras que en suelos anegados, la falta de oxígeno favorece la producción de metano.

Los resultados de las simulaciones apuntan a un aumento de las precipitaciones en el Ártico, lo que podría llevar a condiciones más húmedas. Sin embargo, también se argumenta que la descongelación del permafrost podría disminuir el nivel freático, facilitando el drenaje del agua y, a largo plazo, secando el suelo. Esta incertidumbre sobre la humedad del suelo complicará las proyecciones sobre las emisiones de metano en el futuro.

La investigación también ha mostrado que la erosión costera del permafrost podría reducir la capacidad del océano Ártico para absorber CO2, aumentando la acidez del agua y amenazando la salud de los ecosistemas marinos. Actualmente, se estima que el océano Ártico puede absorber menos entre un 9% y un 19% de CO2 debido a la erosión del permafrost costero, lo que podría tener repercusiones significativas en el ciclo global del carbono.

Para abordar estos complejos desafíos, los científicos están trabajando en mejorar los modelos de sistemas terrestres que representan los procesos relevantes en escalas más finas, lo que permitirá una mejor comprensión de la diversidad de los entornos árticos y sus interacciones climáticas. El enfoque actual se centra no solo en las emisiones de carbono, sino también en cómo los procesos bioquímicos y biofísicos en los paisajes de permafrost influyen en el clima de la Tierra.

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