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Carta abierta a los que se conforman con la retórica

In Opinión
mayo 28, 2016

Cuando uno escribe sobre un asunto tan contradictorio para la izquierda en general como es el criticar a ese nuevo mantra de la “unidad”, lo aborda intentando poner encima de la mesa todas sus dotes pedagógicas, para intentar evitar la típica crítica enlatada tan tristemente extendida. Todos los que mínimamente nos movemos por las redes sociales vemos a diarios a miles de idiotas (desde el significado etimológico de la palabra) que se dicen comunistas y a la vez lanzan loas a la absorción de IU por parte de Podemos, por ello, quiero empezar este artículo dejando claros algunos conceptos, que parece que a la mayoría se le ha olvidado.

Ser de izquierdas es por definición ser anticapitalista. No se puede ser de izquierdas y apoyar un sistema económico que hace proliferar las desigualdades, pues la izquierda política es precisamente la que aspira a la igualdad social. ¿No es difícil de entender esto no?

2º Las gentes de izquierdas aspiramos por tanto a superar el sistema capitalista y sustituirlo por un modelo económico más igualitario. Los comunistas aspiramos a sustituirlo por un modelo socialista. Para ello, utilizamos varias herramientas y varias formas de lucha: La lucha económica, la lucha ideológica, y la lucha política, ¿os suena de algo?

La lucha económica es la eterna batalla por conseguir mejores condiciones laborales para los trabajadores. Esto es huelgas, lucha contra despidos, EREs, abusos, rebajas de sueldos, etc.

La lucha ideológica es aquella que se da principalmente a través de los medios de comunicación contrarrestando el mensaje único que traslada la prensa. Cuando los grandes medios nos intentan convencer de lo crucial que es para el estado pagar la deuda bancaria, o lo criminales que son los trabajadores que protestan contra despidos, a nosotras nos toca desgañitarnos, tirar panfletos o movilizarnos para contrarrestar esas macabras ideas que lo único que buscan es aumentar las desigualdades y con ello los beneficios económicos para los grandes empresarios.

La lucha política por su parte es la que damos en las administraciones del estado, desde el ayuntamiento más pequeño hasta el Congreso. Desde ahí, cuando nos toca estar en la oposición, apoyamos las luchas obreras, denunciamos las desigualdades inherentes al modelo capitalista y luchamos para acumular fuerzas y cambiar las cosas. Y cuando nos toca gobernar, siendo muy conscientes de que si no hay apoyo en las calles ni teniendo mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados podemos cambiar de modelo económico, a lo que nos dedicamos es a gestionar mejor que los capitalistas para el beneficio de la clase trabajadora, apoyar del mismo modo las luchas obreras y utilizar estos ayuntamientos como altavoz que traslade el mensaje de que otro mundo es realmente posible. Quizás el modelo de ayuntamiento más acabado en estos términos y que más ha hecho por extender la conciencia es el de Marinaleda.

Y una vez dicho todo esto, voy con mi reflexión: Se está dando en España una situación que a mi juicio es terrible, y que ingenuamente algunos, y egoístamente otros, están apoyando a pies juntillas.

En nuestro país, la única organización política con más o menos repercusión a nivel nacional que a duras penas desarrollaba estos tres modos de lucha y aspiraba a acabar con el capitalismo era Izquierda Unida, y el PCE en su seno. Pese a sus miles de defectos seguía siendo la única organización que extendía la conciencia de clase, miles de personas hemos aprendido en Izquierda Unida y el PCE lo que es la lucha de clases y la hemos desarrollado. Sin embargo, tras entrar en 2008 en una crisis capitalista que ha llevado a la miseria a cientos de miles de familias en España, vamos a salir de ella, paradójicamente, sin la única organización de izquierdas que aspiraba a superar el modelo económico que nos ha metido en la crisis.

Es obvio que pese a la retórica de Pablo Iglesias, Podemos no es un partido de izquierdas, pues avala el capitalismo como único modelo económico posible. El famoso gobierno del cambio de Manuela Carmena acaba de multar a 55 trabajadores por manifestarse contra su despido, y tendrán que pagar 1.600 euros por concentrarse frente a la empresa que los despidió, irregularmente por cierto.

Por su parte, y para no quedarse atrás, el otro “ayuntamiento del cambio”, el de Ada Colau, acaba de desalojar la antigua sucursal bancaria denominada popularmente como “el Banco Expropiado”. Se da la circunstancia de que este edificio, ocupado desde 2011 y perteneciente a La Caixa, era financiado por el propio gobierno de Trias, el mismo firmó un contrato de alquiler con el propietario para evitar el desalojo. Un contrato que dejó de pagarse el 1 de enero de 2016 por orden directa de la propia alcaldesa, Ada Colau, sí, la misma que desarrolló su activismo social en el movimiento anarquista.

Estos dos casos, no son ni mucho menos aislados. Basta con recordar a Echenique afirmando que “el comunismo es algo viejo que no funcionó”; a Sergio Pascual asegurando que Podemos “respetará hasta la última coma del acuerdo sobre las bases militares”; o al propio Iglesias en aquella famosa entrevista donde al dirigirse a la izquierda política y en concreto a Izquierda Unida decía: “cuécete en tu salsa llena de estrellas rojas, pero no te acerques”.

Me gustaría dejar claro que construir una alternativa socialdemócrata como lo está haciendo Podemos es totalmente respetable y legítimo dentro de nuestro país, sin embargo, no es ni puede ser la opción política de las gentes de izquierdas. Por ello, el papel ilegítimo de esta historia no lo están jugando los dirigentes de Podemos, que están haciendo su labor de arrinconar al PSOE y hacer desaparecer toda opción política a su izquierda, el papel vergonzoso lo están desarrollando los líderes de Izquierda Unida, con nombres y apellidos: Alberto Garzón, Fernando Sánchez, Adolfo Barrena, José Luis Centella, y todas sus vacas sagradas territoriales. Esos burócratas que acordaron el gobierno de Andalucía con el PSOE para colocar a sus familiares y amigos, y ahora se dedican a acusar a los demás de conformarse con las migajas del PSOE, cuando llevan toda la vida atados a un sillón. Sólo hay que echarle un vistazo a la lista que Garzón presenta al Consejo Político Federal de IU, entre todos no juntan dos años de cotización a la seguridad social en empresas privadas; políticos profesionales con alguna excepción para camuflar la pestilencia, de los que llevan toda la vida impidiendo precisamente que IU gire más a la izquierda.

En España, le duela a quien le duela, no se está fabricando una ilusión transformadora para acabar con el bipartidismo, no. Lo que se está haciendo es por un lado acabar con la izquierda política para sustituirla por un partido socialdemócrata al que pueden votar desde Andrés Bódalo hasta Ricardo Sáenz de Ynestrillas, y por otro lado buscarle un sillón calentito a un puñado de dirigentes de IU que han vendido su propia organización a cambio de poder seguir mamando de la teta.

¿Lucha de clases? ¿lucha económica, ideológica y política? ¿extender la conciencia? ¿hacer que IU gire a la izquierda? todo eso se acabó, pero oye, Podemos va a tener casi un centenar de diputados que se darán besos en la boca, que queda todo muy postmoderno. Sólo me queda poder guardar con cariño en una carpetita de mi ordenador llamada “justicia histórica”, un buen puñado de capturas de pantalla de cientos de “comunistas” que se pirran por el pacto con Podemos, y que como hicieron con el gobierno andaluz, dentro de unos años todos dirán que ellos lucharon contra la disolución de la izquierda, oportunistas todos que quedarán en el basurero de la historia a la misma altura que Achille Occhetto, el Centella italiano.

¿Ahora qué? Pues ahora a seguir organizándonos con los trabajadores y trabajadoras, porque de aquí a no mucho tiempo, le estaremos haciendo una Huelga General a “los nuestros” que gestionarán tan bien los recortes de la Troika como hoy Colau criminaliza al movimiento okupa donde ella desarrolló su activismo, o Carmena denuncia y multa a los trabajadores que luchan por sus derechos.

Alberto J. Miranda

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Editorial del diario LaRepublica.es.