La reciente escalada de tensiones comerciales entre Estados Unidos y China ha vuelto a centrar la atención internacional sobre las dinámicas de poder en el comercio global. La administración del presidente Donald Trump ha impuesto un nuevo conjunto de aranceles del 34% sobre productos chinos, lo que ha llevado a una respuesta inmediata de Pekín, que ha instado a Washington a cancelar estas medidas y ha prometido contramedidas no especificadas.
En el contexto de un comercio internacional ya afectado por medidas proteccionistas, el impacto de estos aranceles se suma a una serie de obstáculos que han complicado la relación comercial entre ambas naciones. Desde septiembre, China ha intensificado sus esfuerzos de estímulo económico, ampliando el déficit fiscal, incrementando subsidios para el consumo y tratando de detener la caída del sector inmobiliario. Esta respuesta refleja no solo la resiliencia de la economía china, sino también una intención de diversificación y fortalecimiento de la cooperación con otros socios comerciales.
Respuestas y estrategias chinas
Los analistas consideran que China buscará más bien fortalecer su economía interna. Bruce Pang, profesor asociado en la CUHK Business School, subraya que en lugar de recurrir a aranceles de represalia, Pekín se enfocará en mejorar su propia economía, diversificando destinos y productos de exportación y priorizando el aumento del consumo interno. Este enfoque se alinea con la visión del liderazgo chino de construir una economía más autosuficiente y menos dependiente de las fluctuaciones del comercio internacional.
El presidente Xi Jinping ha mantenido reuniones con empresarios del sector tecnológico, incluyendo figuras prominentes como Jack Ma, lo que pone de manifiesto el apoyo del gobierno a la iniciativa privada en un momento de creciente incertidumbre. Esta política de acercamiento contrasta con la regulación más estricta de años anteriores y revela la adaptación de China a un entorno económico global en constante cambio.
China, que depende en un 20% de sus exportaciones, se encuentra en una encrucijada. Goldman Sachs ha estimado que los nuevos aranceles podrían reducir el PIB real en aproximadamente 2 puntos porcentuales. Sin embargo, el país ha fijado un objetivo de crecimiento del 5% para este año, una meta que requiere un esfuerzo considerable, según han señalado los líderes económicos del país.
La situación se complica aún más al considerar que otros países, como Vietnam y Tailandia, también se ven afectados por las medidas arancelarias de Estados Unidos. No obstante, la percepción en el terreno es que los competidores externos no obtendrán ventajas significativas, lo que podría favorecer a China en la redistribución del comercio regional. Cameron Johnson, consultor en Shanghái, indica que esta política arancelaria de Estados Unidos podría, irónicamente, otorgar a China una mayor influencia en Asia y África.
Desde la finalización del primer mandato de Trump en 2021, China ha incrementado significativamente su comercio con el Sudeste Asiático, convirtiendo a esta región en su principal socio comercial. La formación del Acuerdo de Asociación Económica Integral Regional (RCEP) ha consolidado aún más esta tendencia, excluyendo a Estados Unidos e India, lo que refleja un cambio en la estructura del comercio global que favorece a China y sus aliados.
A medida que las tensiones entre las dos principales economías del mundo parecen intensificarse, es fundamental observar cómo China, con su enfoque pragmático y capacidad de adaptación, puede seguir avanzando en un panorama económico complejo y desafiante.