
Un reciente estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Columbia Británica (UBC) sugiere que el solsticio de verano, el día más largo del año, podría jugar un papel crucial en el crecimiento y la reproducción de las plantas. Sin embargo, el cambio climático está alterando este patrón, poniendo en riesgo la capacidad de las plantas para adaptarse y prosperar.
Según el autor principal, el Dr. Victor Van der Meersch, investigador postdoctoral en la facultad de silvicultura de UBC, las plantas han demostrado utilizar la temperatura para sincronizar procesos esenciales como el crecimiento de las hojas y la floración. Este estudio destaca que el solsticio representa un periodo óptimo para el crecimiento y podría ser un desencadenante importante para la reproducción de las plantas.
La investigación pone de manifiesto que, a nivel local, el cambio climático influye de manera diferente en diversas regiones. En las zonas más cálidas del sur, las temperaturas elevadas llegan antes del solsticio, provocando que las plantas florezcan anticipadamente. En cambio, en las áreas más frías del norte, junio aún puede ser demasiado frío para que las plantas inicien su proceso de reproducción.
A pesar de que las plantas han evolucionado para utilizar tanto la temperatura como la duración del día como señales de crecimiento, los investigadores sugieren que la temperatura se ha convertido en un indicador más fiable. «Esto se debe a que está directamente relacionada con las condiciones climáticas reales que experimentan las plantas», explica Van der Meersch. Sin embargo, aún persiste la incertidumbre sobre cómo interactúan la temperatura y la duración del día para moldear las respuestas de las plantas.
Las consecuencias de un crecimiento desincronizado
El desajuste en los tiempos de crecimiento de las plantas, como la floración prematura o tardía, puede acarrear serias repercusiones para los ecosistemas. Por ejemplo, los polinizadores pueden llegar a los cultivos y encontrar que las flores ya han florecido y se han marchitado. Además, cultivos como las manzanas o las cerezas podrían florecer demasiado pronto, corriendo el riesgo de sufrir daños por heladas tardías, o madurar semanas antes de que los recolectores o los mercados estén preparados.
Estos problemas de sincronización no solo amenazan la producción agrícola, sino que también pueden afectar la seguridad alimentaria y la biodiversidad. La Dra. Elizabeth Wolkovich, coautora del estudio y ecóloga de plantas en UBC, subraya la necesidad de comprender las señales que utilizan las plantas para eventos cruciales como la floración y la maduración de frutos. «Al rastrear estas señales, podemos ayudar a los ecosistemas y a la agricultura a adaptarse al cambio climático», añade.
Los investigadores han hecho un llamado a la creación de modelos más efectivos que ayuden a comprender cómo el crecimiento de las plantas influye en el clima, con el objetivo de que agricultores y gestores de tierras puedan proteger la resiliencia de los ecosistemas.
El estudio ha sido publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences.