
La figura de Hatshepsut, una de las pocas mujeres que gobernaron el Antiguo Egipto, ha sido objeto de intenso estudio y admiración en la actualidad. Sin embargo, su historia está marcada por la controversia y la persecución política que sufrió tras su muerte. Recientemente, una investigación publicada en la revista Antiquity ha puesto en tela de juicio la narrativa tradicional sobre la destrucción de sus estatuas, la cual se había atribuido a un acto de venganza por parte de su sucesor, Thutmose III.
Durante las excavaciones en Deir el-Bahri, realizadas en la década de 1920, se encontraron numerosas estatuas fragmentadas de la reina. La versión comúnmente aceptada sostiene que Thutmose III, al asumir el poder, ordenó la destrucción de los símbolos de su tía y predecesora como un acto de represalia. Sin embargo, el estudio del investigador Jun Yi Wong, de la Universidad de Toronto, revela que muchos de estos monumentos han sobrevivido en condiciones relativamente intactas, lo que cuestiona la idea de un ataque motivado por rencor.
Un nuevo enfoque en la destrucción de estatuas
Wong analizó notas de campo, dibujos y correspondencias de las excavaciones entre 1922 y 1928, lo que le llevó a concluir que la mayoría de los daños en las estatuas no fueron causados por Thutmose III. En cambio, muchas de ellas fueron reutilizadas en periodos posteriores como materiales de construcción, lo que contribuyó a su deterioro. Esta práctica, conocida en egiptología como «desactivación» de estatuas, se realizaba en puntos débiles como el cuello, la cintura y las rodillas, y tenía como objetivo neutralizar el poder inherente de las imágenes, una costumbre que también se aplicó a otros faraones a lo largo de la historia.
El hecho de que estas estatuas fueran destruidas de esta manera no necesariamente implica hostilidad hacia Hatshepsut. La investigación sugiere que la destrucción podría haber estado relacionada con rituales de desactivación, así como con su posterior reutilización, en lugar de ser un acto iconoclasta de carácter malicioso. Esto plantea la posibilidad de que Hatshepsut hubiera sido tratada en la muerte de manera similar a sus predecesores, aunque su legado sufrió un ataque político más amplio.
Wong señala que, a pesar de que algunas estatuas fueron objeto de un programa de persecución, es crucial adoptar un enfoque más matizado sobre las acciones de Thutmose III. Estas podrían haber estado impulsadas por la necesidad ritual en lugar de por un profundo desprecio. Así, aunque no se debe descartar la intención de dañar la imagen de Hatshepsut, la interpretación de su destrucción requiere una revisión más compleja y comprensiva.
Más información:
El destino de las estatuas de Hatshepsut, Antiquity (2025). DOI: 10.15184/aqy.2025.64