
Una reciente incidencia en las Galerías Uffizi de Florencia ha puesto de manifiesto el creciente problema que representan ciertos comportamientos de los turistas en museos. Un visitante, mientras intentaba tomarse una selfie frente a un retrato del siglo XVIII, tropezó y causó un daño en la obra. El retrato en cuestión es de Ferdinando de’ Medici, «Gran Duque de Toscana» (c. 1695-1700), pintado por el artista italiano Anton Domenico Gabbiani.
El incidente fue captado en vídeo y rápidamente se difundió a través de los medios locales y redes sociales. Tras el accidente, la pintura fue retirada para su reparación. Aunque el museo ha informado que el daño es relativamente menor, la exposición «Florencia y Europa: Artes del siglo XVIII» ha cerrado temporalmente hasta el 2 de julio. Se espera que la obra esté restaurada y lista para su regreso a la muestra, que permanecerá abierta hasta el 28 de noviembre.
Simone Verde, director de las Galerías Uffizi, declaró que el problema de los visitantes que acuden a los museos para hacer memes o selfies se ha vuelto rampante. En su declaración, Verde enfatizó la necesidad de establecer límites claros para prevenir comportamientos que no son compatibles con el respeto hacia el patrimonio cultural.
El turista responsable del daño ha sido identificado y enfrentará un proceso judicial por su conducta. Este tipo de incidentes no son aislados; el mismo mes, en el Palazzo Maffei de Verona, un visitante dañó una obra conocida como «La silla de Van Gogh» (2006-07) al sentarse en ella para posar para una fotografía, lo que llevó a que la institución informara del suceso a las autoridades.
En abril, un niño causó daños a una pintura de Mark Rothko durante un “momento desatendido” en el Museo Boijmans Van Beuningen de los Países Bajos. La obra, titulada “Gris, Naranja sobre Marrón, No. 8”, fue “rayada” y se estima que su valor asciende hasta los 50 millones de euros. Este tipo de acontecimientos subraya la creciente preocupación por la seguridad de las obras de arte en exposiciones, donde el deseo de capturar el momento puede llevar a acciones irresponsables y, en última instancia, a la pérdida de patrimonio cultural.