Como comunista, si fuese griego seguramente militaría en el KKE y este domingo ese habría sido mi voto. Dicho esto debo decir que la noche de este 25 de enero me alegré enormemente de la victoria de Syriza en las elecciones al parlamento, y disfruté con la alegría de tantas miles de personas en la celebración en la plaza Klafthmonos llena de banderas rojas, muchas comunistas y alguna tricolor de la República española. Era, sin duda, un momento único en la historia de Europa en las últimas décadas, que abría la puerta a un futuro distinto para un país castigado y hecho añicos por el fascismo económico y amenazado socialmente por el auge del fascismo político. No solo eso, sino que abría la puerta a la esperanza de cambio en los países del sur de Europa, entre ellos España.
Muchas expectativas había despertado la posible victoria de Syriza, y muchas especulaciones la actitud que la propia Syriza o el KKE podrían adoptar de cara a buscar puntos de encuentro, a pesar de que los mensajes que se habían lanzado por una y otra parte no eran esperanzadores, fundamentalmente por las enfrentadas visiones de ambos respecto a cuestiones como la deuda, el euro, la OTAN y la política necesaria frente a las oligarquías griegas. Cuestiones que desde luego no son de índole menor.
Tras la resaca de la noche del domingo, la mañana del 26 de enero saltaba la noticia de un posible pacto de Syriza (Coalición de Izquierda Radical), con el partido de derechas ANEL (Griegos Independientes), con quien comparte una visión común respecto a las políticas de austeridad que no entran a cuestionar la relación con el euro y el pago de la deuda. Un pacto que permitiría a Syriza no quedar a merced del KKE, cuyas líneas rojas no parecen hoy día asumibles por el partido de Tsipras. El anuncio, sin embargo, no fue hecho por Syriza, sino por ANEL, anunciando un voto de confianza a Syriza, quizá con la intención de cerrar el paso a que Syriza y KKE llegasen a algún tipo de entendimiento.
Tras el anuncio de ANEL, lo cierto es que Syriza ya no está a merced de que el KKE quiera darle o no su apoyo, sino que está presa de sí misma y de sus propias contradicciones; de aceptar gobernar con el voto de confianza de la derecha o de mirar a la izquierda y aceptar negociar con el Partido Comunista; de seguir una política respecto a la austeridad en sintonía con la derecha nacionalista o echar un pulso real a la Unión Europea y al euro.
El KKE, por su parte, tiene la oportunidad de demostrar que sus análisis de los últimos años son correctos, y que la única salida para la clase obrera y las clases populares griegas son la ruptura con la Europa del euro, de la OTAN y la confrontación con las oligarquías griegas y con el fascismo alimentado por estas.
En cualquier caso nada se decidirá hoy ni mañana, y la batalla en las urnas tendrán su continuación en la batalla en las calles y en los centros de trabajo. El futuro de Grecia y de Europa se dirimirá durante los próximos meses, por un lado a través de las políticas que lleve a cabo el nuevo gobierno encabezado por Alexis Tsipras, de sumisión, aceptación o confrontación con la Unión Europea, y por otro con la movilización social en la calle para forzar políticas en favor de la clase obrera y las clases populares.
La victoria de Syriza, si no conlleva una recuperación de la soberanía popular, la ruptura con las exigencias de la Troika y la mejora de las condiciones de vida de los trabajadores y las clases populares, puede alentar de manera inmediata las posiciones fascistas y xenófobas de Amanecer Dorado. Por eso, será trascendental el papel que juegue el KKE forzando a Syriza a una confrontación con la Unión Europea, con las oligarquías y con el fascismo (con su persecución e incluso la ilegalización de sus organizaciones).
No parece que hoy las posiciones de Syriza y KKE vayan a reconciliarse. Por eso, sólo la lucha social en las calles, la organización en los centros de trabajo, las huelgas y las movilizaciones populares pueden hacer que se sincronicen las posiciones.
Hoy más que nunca es fundamental un Partido Comunista fuerte, organizado y a la ofensiva en Grecia. Más allá de las críticas (más o menos fundamentadas) hacia el KKE una cosa es cierta: el Partido Comunista nunca ha mentido al pueblo griego. El KKE ha sido una fuerza inquebrantable desde hace 96 años, y ha jugado un papel fundamental en la lucha social en defensa de los trabajadores asalariados, los campesinos, los trabajadores autónomos, los jubilados, los estudiantes.
Por eso muchos confiamos en que el KKE estará a la altura en este nuevo tiempo, manteniendo la tensión y la movilización en las calles y manteniendo a raya al fascismo griego, y esperamos que el gobierno de Syriza – que es el que tiene mayor responsabilidad en estos momentos – cree las condiciones para el encuentro con los comunistas y no ceda ante las pretensiones de las oligarquías griegas y europeas.
Por eso, a pesar de las alegrías y los sinsabores que puedan producirse en los próximos días, quiero reiterar mi felicitación por la victoria de Syriza, y al tiempo mi convencimiento de que el KKE puede y debe jugar hoy día un papel fundamental en el futuro de Grecia y de Europa.