Borís Rozhin Colonel Cassad | Traducido del ruso por Íñigo Aguirre.
Al hilo de las declaraciones del Ministerio de Exteriores ruso sobre el probable cambio de postura de Rusia en relación a los talibanes y su reconocimiento.
En realidad, teniendo en cuenta que los EEUU hace ya tiempo y de un modo bastante abierto, mantienen contactos con los talibanes, intentando convencerles de compartir el poder con el gobierno títere proamericano, la cuestión misma de los contactos con esta organización, a la que tanto los EEUU como Rusia consideran terrorista, no es motivo alguno de sorpresa. Pese a la iteración reiterada de una guerra en Afganistán que cumplirá 15 años este otoño, y a pesar de todos los esfuerzos, de los ingentes medios movilizados, el poderoso contingente militar movilizado por los EEUU y la OTAN, las numerosas empresas militares privadas y un ejército del gobierno títere con un número de efectivos bastante respetable, los EEUU no han estado ni remotamente cerca con cumplir su tarea de acabar con los talibanes: Como resultado, los EEUU se han visto obligados a asumir de uno u otro modo que los talibanes acaben formando parte del futuro Afganistán.
Con la creación en territorio afgano de “Horasán” (ramificación local del Daesh), la guerra entre los talibanes y el gobierno de Afganistán se ha visto ahora completada con una guerra de ambas partes contra los grupos relacionados con el Califato, que estarían ganando terreno (según estimaciones de un funcionario del Ministerio de Exteriores ruso, el número de combatientes del Daesh en Afganistán sobrepasa ya los 10 mil), lo que genera alarma tanto a los EEUU como a Rusia, quien además de combatir al Daesh en Siria, se arriesga a recibir un nuevo frente potencial en las fronteras con Tayikistán, donde hay desplegado un contingente militar ruso.
Rusia como es lógico no está interesada en una guerra en Asia Central y para ella es deseable que se mantenga el actual status quo, en el que la guerra que se viene desarrollando en Afganistán no ha saltado al territorio de las repúblicas de Asia Central.
Pero a la luz de los últimos cambios que se han producido en Afganistán, se abren nuevos problemas, pero a la vez nuevas posibilidades. Desde el punto de vista de la guerra contra el Daesh, los talibanes son más capaces de hacerles frente que el gobierno afgano, por eso desde la parte norteamericana se está ya sondeando la postura de los talibanes y su posible implicación en las operaciones contra el Daesh, siempre que detuviesen los enfrentamientos con las fuerzas gubernamentales.
Rusia en dichos esquemas prácticamente no toma parte y en general tiene una capacidad de influencia muy limitada sobre el devenir de los acontecimientos en Afganistán. La idea en sí de establecer contactos con los talibanes no es para nada nueva, tengamos en cuenta que ya estuvieron en el poder y lo que es especialmente valioso, fue precisamente bajo su gobierno cuando la producción de drogas en Afganistán fue más baja desde que se tienen datos a lo largo de los últimos 20-25 años. Para Rusia esto es especialmente importante ya que el 80-85% de toda la droga que se produce en Afganistán acaba recalando en Rusia o bien utilizan territorio ruso para su posterior distribución a Europa. En su día, los talibanes negociaron su parcial legalización a cambio de variar su visión sobre la producción de heroína, además las conversaciones se produjeron por vía diplomática de la ONU. Así que ya en su momento los talibanes dejaron claro que son capaces de llegar a acuerdos bajo determinadas condiciones.
Rusia tiene concretamente dos direcciones como mínimo a explorar a la hora de establecer relaciones con los talibanes: la guerra contra el Daesh y el combate contra la producción de droga. Los talibanes por su parte están interesados en ser reconocidos internacionalmente y en obtener apoyos para sus pretensiones de conseguir la supremacía en Afganistán. Lógicamente no se trata de entablar amistad, “only business”.
Kerry durante su visita a Afganistán desplegó sus artes explicativas con las marionetas locales sobre la necesidad de alcanzar el fin de la guerra y la inclusión de los talibanes en el proceso negociador.
Los EEUU enfrentan sus relaciones con los talibanes siguiendo el mismo esquema. En cuanto una de las partes sea capaz de llegar a acuerdos con los talibanes, dejará de ser considerada organización terrorista para pasar a obtener un estatus mixto, equiparable al de Hamás o Hezbolá, a los que unos países consideran terroristas y otros organizaciones con las que llegar a acuerdos. Los talibanes tienen posibilidades de entrar en ese grupo gracias a los 15 años de guerra exitosa contra los EEUU, la OTAN y su gobierno títere.
Actualmente la situación ha cambiado y son los mismos ocupantes los que buscan la paz con los “terroristas”, quienes declaran abiertamente que recientemente querían haber asesinado al Secretario de Estado de los EEUU durante su visita a Kabul. La lógica del “nosotros no negociamos con terroristas” hace aguas cuando no son los terroristas los que piden algo a la víctima de su ataque, sino que es la víctima potencial la que pide a los terroristas poner fin a la guerra y los atentados, legalizarse, sentarse a la mesa de negociación y obtener bajo su control una parte del poder estatal. La conveniencia política se impone a los principios declarados.
Rusia en este sentido lo tiene más fácil por cuanto no ha tomado parte directamente en la guerra afgana de 2001-2016, limitándose a suministrar armamento al gobierno títere de Afganistán en el marco de los acuerdos con el Pentágono sobre la compra de armamento obsoleto para el ejército afgano. Por eso tenemos a priori menos puntos de fricción con los talibanes a la hora de establecer contactos, que los EEUU, que llevan mucho tiempo intentando dar caza a los líderes talibanes y expulsar a estos de las zonas montañosas.
En caso de que los talibanes continúen extendiendo su control sobre territorio afgano, el interés de la Federación de Rusia con esa organización irá en aumento, ya que es evidente que no es realizable su destrucción y tarde o temprano conseguirán un control parcial sobre Afganistán (algo que los EEUU ya están ofreciendo a los talibanes a modo de concesión), o el control total. Así que de uno u otro modo Rusia se verá obligada a tener en cuenta el papel creciente de los talibanes en el tema de la guerra contra el Daesh y en el control sobre la producción de droga. Máxime cuando no se plantea como variante combatir en Afganistán contra los talibanes y cada vez se va a hacer más complicado ignorar la variación del papel que juega dicha organización.