Son muchos/as los responsables de la elaboración, difusión, y mantenimiento de las concepciones populistas y liquidas «progresistas», pero ni sé, ni puedo, ni quiero abordarlo todo, solo ver algunos de los más significativos, importantes y determinantes personajes que las difunden. Y para que no haya engaños desde el principio, no lo hacen por valores morales, por construir un mundo más solidario y de justicia social, más democrático y pacífico, sino, simple y llanamente, porque quieren un mundo a la medida de sus intereses de clase dominante, camuflados en propaganda humanista. Hablé en otro artículo del politólogo Laclau, como uno de los creadores intelectuales de las tesis que activaron los populismos y las teorías líquidas en las izquierdas, intentando cambiar las concepciones clásicas sobre la economía y su peso en la política, la lucha de clases entre los representantes de la propiedad y el capital y la clase obrera, según bases marxistas objetivas, no consignas burocráticas y de adoctrinamiento. Al difunto Laclau no lo considero representante de ningún tinglado de intereses económicos y financieros del capital, sí el teórico de tesis que van creando progresivamente, y posiblemente sin pretenderlo, una concepción claudicante y entreguista a la filosofía de la clase dominante para así poder arrancar, según defendía, de la producción y economía que esta genera una parte para un reparto más igualitario de la riqueza. Laclau, al rechazar el «determinismo económico marxista y de lucha de clases como antagonismo crucial», que él rechazaba afirmando que lo impulsaban dogmáticamente los marxistas actuales, defendía la neutralidad de las fuerzas productivas como algo genérico, en la práctica sin amo ni señor.
Hoy no quiero hablar de Laclau, sino de los que tienen y controlan fortunas ganadas con los métodos de siempre del capital: con las plus valías de los que venden su fuerza de trabajo en el mercado, con la especulación financiera sin escrúpulos, con la producción de armas y las guerras, con el saqueo de las fuentes de riqueza de energías de todo tipo, con el petróleo en primer lugar hasta aquí, con todo tipo de metales, los preciosos de siempre y los nuevos metales de diversos tipos, necesarios para la investigación y desarrollo de nuevos productos científicos y de consumo generalizados.
Desde el norteamericano Gene Sharp, teórico de las «revoluciones» pacíficas, sin tanques ni fusiles, solo con la propaganda sinuosa y permanente que se encargue de erosionar gradualmente a los que se quiere liquidar políticamente por ser «dictadores», «autoritarios» y, en definitiva, «indeseables». Y cuando estén bien erosionados y considerados canallas a eliminar, las «masas» que sustituyen a las organizaciones de las clases obreras y trabajadoras, harán el resto. Lo hacen con Lula o con Bashar al Assad, con Sadam Husein o con Muamar al Gadafi, con Chávez o con Viktor Yanukóvich. Con una variedad de personas que tienen planteamientos diversos que no comulgan con los intereses del régimen. Y hasta aquí, cuando no vale la «revolución pacífica», utilizan las bombas en Yugoslavia, Iraq, Libia o Siria…
Quiero centrarme en George Soros, un especulador financiero multimillonario, con sólidos cimientos en capitales de EEUU y del mundo, que intervino con toda brutalidad en Serbia creando ONGs que prepararon las condiciones para lanzar la guerra contra Slobodan Milosevic, de acuerdo con Bill Clinton y la OTAN, dirigida entonces por Javier Solana; que ha impulsado la intervención en Ucrania, potenciando los movimientos nazis y reaccionarios, con la consecuencia de una nueva guerra; que ha participado, apoyado y financiado las «primaveras árabes» que sirven a sus intereses y a los de la oligarquía del capital, con el acuerdo y beneplácito de EEUU y de Hillary Clinton, la dirigente máxima de Obama, que tuvo que reconocer la responsabilidad de su país y la propia en armar y financiar a los terroristas en Siria y en toda la zona. Y así podríamos continuar en la descripción de las hazañas de este personaje. Pero ahora quiero referirme al papel de Soros más cerca de todas nuestras realidades, las del mundo que nos afectan y las propias de Europa y España. Y en España, Catalunya. Soros ha creado ONGs y Think Tanks de acuerdo con las principales organizaciones yanquis de este tipo, algunas impulsadas directamente por la CIA. La más importante es la Open Society Foundation, una fundación que ha intervenido directamente en Catalunya apoyando a los nazional-secesionistas, sin escrúpulos de ningún tipo.
Y George Soros, millonario impulsor y financiador de todas estas cosas, fue valorado hace tres años por Alberto Garzón como un filántropo, o sea un benefactor, por haber participado Garzón en unos cursillos o algo parecido financiados por Soros. Esto para poder entender un poco más qué pasa en la «izquierda española, la catalana incluida».
Y lo penúltimo del personaje en España. El primer visitante de postín que tuvo Pedro Sánchez en España después de la moción de censura contra Mariano Rajoy, que le permitió ser elegido presidente del gobierno, fue George Soros. Debió de ser muy importante y sustancial lo que hablaron, habida cuenta de los acontecimientos que se han ido sucediendo después.
Y escribo todo esto por varias razones: una es que lo que se considera la izquierda en España, salvo el PSOE que es un centrismo variable, es lo que ha surgido en los últimos años con Podemos y sus derivados. Son la «izquierda» populista, o «progresía conservadora», que liquida el mejor pensamiento y prácticas de clase, racionales y adecuadas a las nuevas realidades económico-sociales, políticas y culturales, y lo sustituye por una ficción que un día defiende una cosa como si le fuera la vida en ello y al día siguiente la contraria sin pestañear, organizando al mismo tiempo su buena vida como una casta cualquiera, y desde la siempre absoluta descalificación de todos lo demás, inventándose consignas y acciones «contra el fascismo españolista», enfrentándose al feminismo histórico de clase que defiende, en común con los hombres, la emancipación de todos y todas, sin olvidar la defensa de los homosexuales, gays, lesbianas o transexuales, algo que nunca ha dejado de hacer. O apoyando a los reaccionarios secesionistas en Catalunya, sin decir nada del papel que estos han jugado en el salto espectacular de VOX y del pensamiento de extrema derecha, ni mucho menos que entre esta extrema derecha y los secesionistas hay una importante similitud de métodos, actitudes y objetivos.
Para no ir más lejos, ayer en las manifestaciones del 8M, hubo gritos y expulsiones por parte de un sector de «feministas queer», «femenismo machista» lo llamaría yo, contra las feministas que han ejercido en las épocas más difíciles, defendiendo sus reivindicaciones de mujer y de clase. A mí me ha parecido una burla a las 120 obreras asesinadas en 1857 por la policía de Nueva York cuando se manifestaban contra los salarios de miseria y las jornadas extenuantes en la industria textil; o a las 146 calcinadas en marzo de 1911 en el incendio de la fábrica textil Cotton de Nueva York por efecto de las bombas incendiarias que les arrojaron por luchar contra las infames condiciones de trabajo que soportaban.
Llego a la conclusión de que si los reaccionarios independentistas de Catalunya lanzan sus «pijoprogres» acomodados contra los que no compartimos sus risibles historietas, los reaccionarios disfrazados de izquierda de España se lanzan también contra los que no bailan su agua corrompida al grito de «que se vayan al Burger King».
Todo muy coherente con la degradación de las ideas, de la ética y de la política de esta «izquierda populista y líquida».
Y luego Pablo Iglesias, en una nueva boutade de las que nos tiene acostumbrados, se atreve a decir que los medios de comunicación que chupan las almorranas del poder, tienen que estar en la cárcel.