La destitución del ministro de Salud de Brasil, Luiz Henrique Mandetta, por orden del presidente, Jair Bolsonaro, parecía un hecho consumado el pasado lunes, pero el ala militar del gobierno, con su número dos a la cabeza apretó el freno. No es la primera vez que se producen tales enfrentamientos dentro del gobierno de Bolsonaro, pero esta vez, la situación es una emergencia. Tras el movimiento del ejército, el papel de Bolsonaro se limitará a dar gritos y decir barbaridades en prensa, mientras el país se enfrenta a una crisis sin precedentes y el ejército toma las riendas ante la incapacidad manifiesta del presidente.
Grandes intelectuales del país, y después de lo vivido con la crisis del Covid-19, ya califican a Bolsonaro como un psicópata decidido a despedir al Ministro de Salud en plena pandemia. La semana pasada, Bolsonaro ya había dicho que Mandetta debería escucharlo más y demostrar más «humildad».
En una conferencia de prensa a primera hora de la tarde, Mandetta puso fin a la incertidumbre y aseguró su propia continuidad. «Continuaremos porque, continuando, nos enfrentaremos a nuestro enemigo», dijo el ministro, quien habló en la sede del Ministerio de Salud y no en el Palacio de Planalto.
Después de admitir que los cajones de su oficina ya estaban siendo limpiados, Mandetta lamentó lo que llamó un «golpe». «Esperamos tener paz para poder combatir el virus», dijo.
Mandetta y Bolsonaro difieren sobre cómo lidiar con la epidemia del nuevo coronavirus que en Brasil ya ha infectado a más de 12 mil personas y ha causado 566 muertes. El ministro ha subrayado la importancia de las medidas de aislamiento social y cierre de establecimientos no esenciales, haciéndose eco de las recomendaciones de organizaciones internacionales como la Organización Mundial de la Salud. Por el contrario, Bolsonaro ha criticado la adopción de tales medidas sanitarias, temiendo los efectos en la economía.