
El renacer del prestigioso Orient Express se materializa en un nuevo recorrido que promete un viaje de lujo sin prisa, tal como lo describe el autor Graham Greene en su novela Travels with My Aunt. En su versión literaria, este tren emblemático, que conecta París con Estambul, refleja un estilo de vida que se aleja de las exigencias de la modernidad, donde la experiencia del viaje es tan importante como el destino mismo.
La compañía Golden Eagle Luxury Trains ha lanzado un itinerario que abarca el trayecto entre Francia y Turquía, ofreciendo a sus pasajeros no solo un viaje en tren, sino una experiencia gastronómica y cultural de alto nivel. Desde el primer momento, con una recepción de champán en la estación Gare de Lyon, los viajeros son introducidos a una atmósfera de opulencia que se mantendrá durante toda la travesía.
Un itinerario que revive la historia
El recorrido de Golden Eagle toca diversas localidades que han sido parte de la historia del Orient Express, incluyendo Austria, Serbia y Bulgaria, pero lo hace a un ritmo más pausado. Las paradas estratégicas permiten a los pasajeros disfrutar de una cata de champán en Reims, explorar las impresionantes cuevas de Postojna en Eslovenia y participar en degustaciones de espirituosos en Belgrado, entre otros.
Este viaje, que se ofrece en primavera y otoño, se convierte en una oportunidad para observar la rica diversidad agrícola de Europa. Desde los viñedos de Francia hasta los campos de cebada de Austria, la variedad de paisajes se despliega ante los viajeros, a quienes se les brinda la oportunidad de disfrutar de un festín visual que acompaña a los lujosos menús servidos a bordo.
La gastronomía es uno de los puntos fuertes de esta experiencia. Las comidas son elaboradas con esmero en una cocina de tren, y se percibe un esfuerzo por ofrecer platos que podrían competir con los mejores restaurantes del mundo. Cada día, los pasajeros disfrutan de un menú que incluye desde huevos escalfados en los Alpes eslovenos hasta un exquisito carpaccio de pulpo en la costa croata, todo ello acompañado de la música de un pianista residente que ameniza las veladas en el bar del tren.
El viaje culmina en Estambul, donde, a través de la conversación con otros pasajeros y la reflexión sobre la historia del tren, se hace evidente que esta travesía es más que un simple desplazamiento. Es un viaje que conecta el presente con el pasado, revitalizando un legado que ha fascinado a generaciones. La experiencia compartida, el confort de las lujosas cabinas y la atención del personal contribuyen a crear un ambiente donde cada detalle está pensado para el disfrute del viajero.
Como bien señala uno de los pasajeros, “este viaje fluyó como el vino”, lo que resalta la esencia de lo que representa este nuevo Orient Express: un lujo accesible, pero reservado para aquellos que valoran la experiencia por encima de la velocidad. En un mundo que a menudo prioriza la inmediatez, este tren se erige como un símbolo de una forma de viajar que celebra la calma, la belleza y la cultura.