Y esta España no se construye a golpe de voluntarismos sin causa real ni de seudo revolucionarias retóricas, ambas cosas válidas sólo para esconder la ineptitud y la charlatanería de la parte esencial de los discursos de la jefatura de la “izquierda” oficial, tanto la que se autoproclama alternativa como la que se reclama socialdemócrata de pro. Hablamos de un proyecto que intente fundamentarse siempre en la historia de los hechos, no en la historia de las invenciones e historietas, o del triunfalismo y la claudicación. Y que recoja de esa historia sus mejores episodios humanos, éticos, económico-sociales, culturales y políticos, para la construcción de una alternativa basada en un cambio social que supere el presente y enfoque el futuro. Hablamos pues de la emancipación humana, de la solidaridad y fraternidad, de la justicia, de la igualdad entre el hombre y la mujer, de la acción contra la guerra y de la defensa de la paz, del internacionalismo entre los seres humanos y los pueblos frente a los nacionalismos que dividen y enfrentan a personas y pueblos. Y que en la España actual de las autonomías tenga todo ello una conclusión federal con una clara orientación republicano socialista. Debe ser nuestro objetivo, por urgente, necesario y justo.
Pero antes de continuar con el argumento central del artículo, la construcción de esa nueva España, y precisamente como elementos fundamentales de ella, es preciso afirmar con rotundidad algunas cuestiones relacionadas con hechos de máxima gravedad y actualidad. Primera, la lucha contra el machismo y la violencia de género es una cosa prioritaria y urgente en este nuevo año después de unos últimos días de 2017 en los que se encuentra el cadáver de Diana al mismo tiempo que son asesinadas Kenya, Andrea, Ana María…, sólo tres nombres de mujer de la larga lista de 47 asesinadas en 2017. Sin hablar aquí de las miles de maltratadas, muchas de las cuales callan por terror a sus verdugos.
Como también continúa siendo urgentemente inaplazable acabar con el terrorismo sionista de Israel contra el pueblo palestino, avalado por el sátrapa Trump declarando la Jerusalén palestina nuevo territorio sionista. Y acabar con la guerra que los imperialistas mantienen abierta todavía en Siria, con nuevas mentiras sobre la maldad de Assad, a pesar de haber sido derrotados por el pueblo, el ejército y el gobierno sirios, mientras intentan abrir un nuevo frente terrorista en Irán y dejan pudrirse la situación en Libia, convertida en un mercado feudal para la trata de esclavos y en un nuevo foco de desestabilización mundial. Debo repetir, aunque suene a cantinela, que las guerras son la forma de robo de los países del capitalismo real contra los pueblos, cuando las formas económicas, financieras y comerciales de saqueo del régimen no son suficientes.
No hay un mínimo de suerte para los pueblos de EEUU y del mundo, ya que después del nefasto período Bush-Obama-Clinton con sus guerras y mentiras, podría haber venido otro gobernante en EEUU que no fuera, además de criminal como los otros, un cretino integral del chiste fácil, que se gasta el dinero en nuevas armas mientras aumenta la pobreza extrema en su país y la miseria, la muerte, la destrucción y el odio en el mundo.
En España, 2017 ha sido un año perdido para abordar los principales asuntos de una sociedad moderna, democrática, pacífica y que pueda contribuir a la solución de sus problemas y participar en la acción por la solución de los problemas del mundo. Un año perdido, sobre todo por lo que nos afecta a los grupos y personas que no hemos abdicado de nuestros ideales comunistas, socialistas o democráticos, incapaces de situar con fuerza en el centro de la realidad española un proyecto diferente con alternativas concretas a las políticas neoliberales, conservadoras y, en muchos aspectos, reaccionarias, del PP, de los nacionalistas y de todos los socios que les acompañan o bailan el agua. Es pues urgente poner en marcha la agenda para el proyecto de cambio económico, social, cultural y político de carácter internacionalista y solidario frente al nacionalismo que tritura países, como muy bien se conoce en toda Europa.
El proyecto social y federal, con orientación republicano socialista que debemos construir, no tiene nada que ver con la república de cartón de Catalunya, que sólo se la pueden creer, o hacer ver que se la creen, los desinformados, cretinos, o directamente embusteros que la manosean, allá y acá, para engatusar a los incautos, muchos de los cuales se acostaron franquistas y despertaron independentistas. Y debe estar alejada del simbolismo abstracto y “guerrero” de las banderas como trapos sin valores ni principios morales, políticos, sociales, civiles o culturales, salvo los que emanan de una historieta identitaria inventada, tras la cual sólo hay los intereses propios y el egoísmo. La república a construir es la del internacionalismo que no niega ninguna identidad, sino que las une todas. En ninguna ciudad obrera y popular importante de Catalunya ganó el secesionismo, a pesar de haber domesticado a amplios sectores populares; sólo ganó en las zonas más aldeanas, conservadoras y carlistas de pensamiento y acción de Catalunya. El descalabro del PP representa la derrota del neoliberalismo en estado puro, incapaz de ninguna iniciativa política desde el gobierno del estado; y el hundimiento de la CUP es la derrota del acratismo pequeño burgués, servidor dócil del amo como siempre. El estancamiento del PSC es la consecuencia de no haber superado del todo, a pesar de los esfuerzos de Iceta y del grupo dirigente actual, varias décadas de competencia política con los nacionalistas, aceptando la misma dialéctica política que practican estos. De Catalunya en Comú no vale la pena hablar. Es el inicio del canto del cisne en Catalunya y en toda España de los que arropándose con las siglas de la izquierda, con un triunfalismo digno de mejor causa, son sencillamente defensores de consignas erróneas y falsas en España, casi periclitadas en el mundo, o palanganeros de los secesionistas con la excusa de practicar una equidistancia de los “bloques” que, como se ve, no engaña a casi nadie.
Y volver a empezar. No es nuevo en nuestra trayectoria y aunque la situación sea más grave que en otras ocasiones por el sentido errático del camino emprendido por la izquierda y su consecuente desgaste y debilidad, tanto aquí como en Europa, es más acuciante que nunca una verdadera alternativa al régimen. Contemplar y analizar, pensar y hablar, enseñar y unir, coordinar, organizar y movilizar. Son las tareas de siempre para hacer avanzar las ideas y proyectos y cambiar la realidad. Hace 100 años hubo una revolución que acabó con la guerra, agitó las sociedades y cambió muchas cosas. No es lo mismo ahora, no hay una guerra devastadora en Europa, pero los problemas de la gente, en Europa, España, Oriente Medio y Próximo, África y el resto del mundo, exigen soluciones. A pesar de nuestras limitaciones y debilidades, en España y en Europa hay grupos, personas, movimientos, que con más o menos fuerza, trabajan en ello en la sociedad, en los centros de trabajo y de estudio, en los sindicatos, en las instituciones. Algo podemos y debemos aportar.