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«El Vistalegre»

In Opinión
diciembre 10, 2016

Mi padre tenía un compañero de trabajo muy querido, al que todos llamaban cariñosamente «el Vistalegre», pues era bizco. Este hombre era un conductor profesional que llevaba camiones de gran tonelaje. Estos días me estoy acordando mucho de él, a propósito de la próxima asamblea general de PODEMOS. «El Vistalegre» era bizco, pero siempre llevaba su camión a destino; ya veremos si la cúpula de PODEMOS, que bizquea cada día más, es capaz de salir indemne de su Vistalegre II.

PODEMOS se ha construido en torno a dos figuras principales, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, que según el relato mediático ad hoc, se complementaban; el primero como líder carismático y el segundo como cerebro de la formación. Y eso parecía en los buenos primeros tiempos.

En esa primera fase que va desde la presentación pública de PODEMOS en Lavapiés (tenía que ser allí), en enero de 2014, hasta la celebración de su primera asamblea en Vistalegre, celebrada en octubre de 2014, no se percibían brechas en el liderazgo. Ambos transitaron juntos la senda del partido-movimiento, arrogándose la herencia del 15M, con sus círculos, su desarrollo en la red y gracias a una presencia mediática constante y abrumadora. Ambos compartían una indefinición ideológica que les llevaba a proclamar machaconamente que no eran ni de derechas ni de izquierdas, que el eje se había desplazado al «arriba-abajo» y que solo desde la transversalidad interclasista era posible voltear el mapa político y derrotar al PP.

Eran días de vino y rosas. Juntos, Pablo e Íñigo, desguazaron a IU en dos asaltos, con la colaboración inestimable de Alberto Garzón & cía. y se aprestaron al asalto del PSOE, para quedarse con todo el espacio político frente al PP. Tras su indudable éxito electoral en las elecciones europeas de 2014 decidieron convertir a PODEMOS en un partido político al uso, liquidando la forma-movimiento y la horizontalidad voluntarista y quincemayera. Y se acabó la diversión.

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Eso fue Vistalegre I: el cierre. Utilizando el ciclo electoral por venir como argumento, o como excusa, a gusto del lector, de aquel primer cónclave de Vistalegre nació un partido jerárquico y centralizado, en el que los «círculos» pasaron a ser puro folclore identitario y todo el poder quedaba en manos de la pareja muñidora. Hasta tal punto fue así, que desapareció cualquier atisbo de proporcionalidad en la elección de los órganos de dirección y pasó a ser potestad del secretario general destituir a los cargos electos en la asamblea. Pablo Iglesias e Íñigo Errejón todavía caminaban juntos, pero solo era una ilusión óptica. Fijemos atentamente la mirada.

Íñigo Errejón fue el diseñador de Vistalegre I y el constructor del PODEMOS partido, mientras que Pablo Iglesias se hacía un nombre en el Parlamento europeo. Y como suele suceder, el que parte y reparte, se queda con la mejor parte; es decir, que el intelectual se hizo un PODEMOS a su medida, mientras que Pablo Iglesias pavoneaba sus plumas en Bruselas. Íñigo Errejón cedía el protagonismo a Iglesias a cambio de colocar a sus hombres en los puestos clave de la organización, empezando por el mismísimo secretario de organización, Sergio Pascual. Quedaos con este nombre.

El 27 de octubre de 2015, Pablo Iglesias formalizó su renuncia al escaño europeo, para ser el candidato a presidente del gobierno por PODEMOS en las elecciones generales del 20D. Todavía no se vislumbraban nubarrones en el horizonte. Ambos, Pablo e Íñigo, se afanaban en deglutir a IU, humillando a pachas al subordinado Garzón. Seguían compartiendo el eje arriba/abajo, frente al eje izquierda/derecha y Pablo Iglesias, con el viento mediático de cola, decía cosas como «Cuécete en tu salsa llena de estrellas rojas y de cosas, pero no te acerques, porque sois precisamente vosotros los responsables de que en este país no cambie nada. Sois unos cenizos. No quiero que cenizos políticos (…) se acerquen a nosotros». Finalmente y a pesar de los requiebros sumisos y constantes de Alberto Garzón, PODEMOS se presentó con su marca a las elecciones del 20D de 2015, coaligado a En Comú en Cataluña y a las Mareas en Galicia. Y sin querer saber nada de IU.

No voy a hacer un relato pormenorizado del periodo abierto el 20D, pero en la gestión de los resultados electorales y en su relación con el PSOE, se abrieron las primeras grietas en la dirección bicéfala de PODEMOS. Se empezaba a vislumbrar a un Pablo Iglesias altisonante en el gesto y decidido a ejecutar el sorpasso sobre el PSOE, distanciándose de un Errejón más pragmático y visiblemente molesto con las sobreactuaciones de su amigo. Y fue en los albores de la primavera de 2016, cuando a Pablo e Íñigo se les rompió el amor.

El 15 de marzo de 2016, Pablo Iglesias destituyó de forma fulminante y con nocturnidad, para mayor humillación, a Sergio Pascual, secretario de organización de PODEMOS y hombre de confianza de Errejón, elegido en Vistalegre I. Iglesias ejecutó a Pascual sin comunicarlo siquiera, era su potestad hacerlo, esa que había diseñado junto a Errejón y que ahora utilizaba en su contra. La liquidación política del «errejonista» Pascual por Iglesias rompió las hostilidades, que desde entonces no han dejado de crecer.

Las elecciones del 26J supusieron un nuevo desencuentro entre ambos. Iglesias, en un giro propio de su personalidad, llegó a un acuerdo electoral a toda prisa con Garzón, contra la opinión de Errejón. «La suma que multiplica» se convirtió en una suma que restaba, Unidos Podemos obtuvo un millón doscientos mil votos menos que la suma de los votos de PODEMOS e IU por separado. Y por si faltaba algo, el sorpasso no se consumó. Iglesias y Errejón empujan desde entonces en direcciones diferentes, el primero apuesta por la unidad orgánica de PODEMOS e IU, mientras el segundo la descarta de plano.

Las diferencias estratégicas en torno al asunto IU tienen su correlato orgánico, que ha estallado en las elecciones internas para elegir a la dirección de PODEMOS en Madrid. Errejón, que se enteró por la prensa de la destitución de Pascual, no dudó en devolverle la gentileza a Iglesias, que se tuvo que enterar por la prensa de la candidatura errejonista a la dirección de Madrid. Una candidatura encabezada por Rita Maestre y Tania Sánchez, con su punto de cachondeíto fino. El juego sucio ha sido compartido por las partes en liza: los errejonistas filtrando la golfada del candidato pablista, destapada en vísperas de las primarias y Pablo tirando de carisma victimista, con la famosa «máquina del fango» y el cierre de filas frente a la agresión exterior. E interior. Ha vuelto a ganar Iglesias, pero la escalada de confrontación es imparable ya.

La última disputa se libra en torno al método de votación de los documentos y la elección de la nueva dirección en Vistalegre II. El método es el terreno de juego favorito del podemismo. Se pasan la vida organizando debates autoreferenciales y primarias virtuales. Errejón apuesta por votaciones separadas, por un lado los documentos y por otro la dirección, Iglesias lo quiere todo y al mismo tiempo. La guerra ya es abierta y se disputa con especial virulencia en las redes sociales y en los medios de comunicación, toda vez que los círculos fueron disueltos, en la práctica, en Vistalegre I.

Desde mi punto de vista es un combate de boxeo en OK Corral. Errejón mantiene los mismos postulados políticos del PODEMOS de los primeros tiempos; Iglesias, por el contrario, ha pasado por todos los estados de la materia política (sólido, líquido y gaseoso), en función de las necesidades que le plantea la confrontación por el poder con su segundo, del «cuécete en tu salsa llena de estrellas rojas…» a proponer la fusión orgánica con los restos del naufragio garzonista de IU, a ver si con ellos es capaz de montar una estructura partidaria. Pero tranquilos, que para el prestidigitador Pablo Iglesias todo es revisable.

De Vistalegre II saldrá un PODEMOS roto, que habrá pasado en tiempo récord por todos los vicios de funcionamiento de los partidos tradicionales: fulanismos, fracciones, purgas, clientelismos, etc. Yo, por prudencia elemental, no dejaría en manos de estos un camión plataforma de gran tonelaje, ninguno tiene la destreza conductora de «El Vistalegre», el amigo de mi padre.

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Madrileño, comunista, miembro de la Comisión del Centenario de la Revolución Socialista de Octubre, activo en las redes sociales.

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